Es bien sabido que en el argot político la forma es fondo. Esto es, en los interludios del poder existen códigos que vale la pena interpretar y descifrar. Lo anterior viene a cuenta porque hace unos días el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador presentó su programa de 100 universidades públicas gratuitas en la otrora Escuela Normal Rural del “El Mexe” en el estado de Hidalgo.
Aquí se dieron cita un número considerable de personas que tenían varias intensiones. Entre ellos los estudiantes de la Universidad Politécnica Francisco I Madero, anfitriones del evento y principales interesados con la reapertura de “El Mexe” porque querían escuchar de voz del presidente las condiciones de aquel nuevo proyecto educativo.
Sin embargo, y para sorpresa de muchos, el contingente más numeroso lo conformaban los funcionarios del gobierno local (secretarios de estado, subsecretarios, procurador de justicia, presidentes municipales, diputados locales, etc.) toda una legión de burócratas que – según el sentido común – no tenían nada que hacer ahí.
En una lógica simple, los principales involucrados del inicio del programa de 100 nuevas universidades serían funcionarios de educación superior y rectores de otras universidades del estado – quienes también asistieron-, pero más allá de esas autoridades cuesta trabajo justificar la presencia de cientos de funcionarios del gabinete del gobernador Omar Fayad.
En un ambiente confuso donde se apilaban los estudiantes y funcionarios del gobierno local para ganar los mejores espacios; todo cobró sentido cuando hizo su arribo el gobernador del estado de Hidalgo. Entre porras, gritos de apoyo, aplausos y vítores los trabajadores del gobierno recibieron a Omar Fayad. Muy en su estilo, el gobernador repartió sonrisas, agradeció las muestras de apoyo y jugó un juego que le gusta jugar: la simulación.
Fayad ganó, a través de una treta sencilla pero eficiente, la aclamación de la mayoría. Ese espacio, hostil por naturaleza (Normal Rural de “El Mexe”) donde hace años los estudiantes golpearon, desnudaron y ridiculizaron a la policía estatal, ese mismo territorio donde se atrincheraron los disidentes del gobierno, esas instalaciones donde Lucio Cabañas (guerrillero de los setenta) es un ejemplo de lucha; allí el público se rendía en aplausos (falsos y fabricados) al gobernador del estado de Hidalgo.
Quizá se pueden entender los miedos de Fayad por enfrentarse a la plaza pública. No hace mucho, los diputados locales pidieron al Senado de la República la desaparición de poderes en el estado de Hidalgo porque la intromisión del gobernador dejó en parálisis el poder legislativo local poniendo en riesgo el devenir institucional de la entidad.
Las cosas se alcanzaron a tranquilizar después de una visita del presidente López Obrador donde – al parecer – ganó el oficio político de los involucrados. El gobernador tuvo que “ceder” la Junta del Gobierno a Morena en el Congreso Local a cambio de unos enroques en la integración del mismo órgano legislativo.
No obstante, Fayad no se rinde a la primera. Quiso ser el protagonista en “El Méxe” a través de un discurso cargado de elogios al presidente de México. Pero, ya era demasiado tarde. Porque las huestes del gobernador había sido poco prudentes al tratar de servir de escudo humano para callar los esporádicos pero sentidos “fuera Fayad” de algunos presentes.
Ante este descontrol el gobernador manda mensajes muy confusos. Al parecer, quiere ganar el espacio que es propio del presidente: la plaza pública. Es bien sabido que Andrés Manuel López Obrador, conecta muy bien con la gente. Su fortaleza, se esencia, su razón de ser se debe a los discursos emitidos en las cientos de plazas que se ha parado durante años. Ese terreno es “casi exclusivo” del actual presidente. Pues bajo este parámetro, Omar Fayad quiso competir. Solo que de la peor manera, llevando a un público que le es a fin.
Lo mejor del caso es que estos detalles se difuminaron por otras cosas que se encontraban en el ambiente político. Lo realmente importante del evento tuvo que ver con que el presidente admitió que se cometió un error en la presentación del presupuesto, pues recordó que hizo el compromiso público de que no se reducirían los recursos a las universidades.
En ese escenario el presidente aclaró: “yo hice un compromiso público de que no se iba a reducir el presupuesto de las universidades y se presentó un presupuesto donde en efecto hay una disminución de 4 de 5 mil millones de pesos al presupuesto de las universidades públicas, aquí sostengo que se va a reparar ese error y se le va a entregar a las universidades lo que les corresponde. Lo que acordamos, lo que dije en una reunión de la ANUIES, dije que si no aumentaba el presupuesto iba a ser el mismo del 2018 más inflación, ese fue mi compromiso y lo voy a cumplir”.
Al final, Fayad salió bien librado de aquella escuela rural que en su momento fue considerado como un “territorio en rebeldía”. El presidente Obrador, logró su objetivo de reabrir una escuela con amplia tradición y los presentes regresaron a casa igual que como llegaron, confundidos por las inexplicables señales políticas del gobernador de Hidalgo.
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