Hace ya algunos años, mi querido amigo Francisco Meléndez me invitó a un proyecto sumamente interesante. Paco, actor de cepa y compañero de innumerables batallas culturales que nos permitieron templar una amistad cercana, me quería para adaptar una obra con la que deseaba celebrar 20 años sobre el escenario. El título del texto era “Los gallos salvajes”, de Hugo Argüelles. Por el lazo que nos une acepté encantado, no sin cierto temor por no lograr un trabajo satisfactorio y a la altura de la celebración que quería emprender con el resultado.

El texto es una delicia. Atiborrado de referencias políticas y sociales alrededor de los cacicazgos setenteros que lo mismo se daban en la provincia que en el sindicalismo, en la política que en las familias poderosas y no tan poderosas. Pero está característica avejentaba al texto, cuando el planteamiento había perdido actualidad no por la desaparición de los cacicazgos que mencionaba, los cuales superviven en nuestros días a costa de lo que sea como una costumbre arraigada en el tuétano de todos los estratos sociales; el uso de poder como soga, como arma.

En una segunda lectura, detrás de toda la carga política encontré una historia paralela que valía la pena traer al frente: el machismo, el abuso del poder a partir de amor y la sexualidad, el deterioro de la personalidad de un joven por la herida provocada por el padre y un ambiente cargado de podredumbre humana. Es hilo desmadejó un nuevo planteamiento que se basó en el odio y la venganza.

Fue un privilegio para mí poder jugar con una obra tan bien construida, ten bien cimentada que fue un placer malear el esquema argumental hasta un punto poético en dos de los momentos de la trama, los cuales hablan específicamente de la muerte y la manera en que un hombre y un niño se enfrentan a ella en un mismo momento donde se mezcla dos pasados uno consecuencia del otro y viceversa.

Durante los ensayos, primero se dio la magia final, e, ajuste final de la adaptación ocurrió en la duela donde los actores fueron encontrando sus personajes y sus voces, logran una integración sumamente interesante que logra transmitirse al espectador.

La obra tuvo una primera temporada bajo el nombre de “Gallos Salvajes” con Paco Meléndez en el reparto. La respuesta de los espectadores era de zozobra y reflexión, exactamente lo que buscábamos. Los diálogos, el perfile y desarrollo de los personajes, la dirección provoco que la obra se fuera con cada uno de nosotros, no solamente con aquellos que ocupaban las butacas durante las funciones. Fue así que, después de un número considerable de presentaciones y tras un receso que implicó ajustes hacia dentro del elenco, la obra retomó un segundo aliento bajo el título simple de “Gallos”. En este nuevo caminar la obra alcanzó páramos importantes como fue una temporada en el Teatro La Capilla en la ciudad de México, mostrando la calidad del teatro independiente de nuestra Bella Airosa.

La obra abre una nueva temporada mañana (u hoy, todo depende de cuando este usted leyendo esta columna) viernes 15 de febrero en el Foro Doble Nueve (lugar de más o menos de reciente apertura que está impulsando el teatro pachuqueño de manera importante, lo que merece ser comentado en otra oportunidad) en punto de las 20 horas. Es un montaje de Bocamina Teatral; actúan (haciendo un trabajo extraordinario) Edmundo Espinoza, Marcos Celis y Daniel Rivera quien también dirige. Es de verdad, un montaje extraordinario, sólo para adolescentes y adultos. Espero poder verlos por allí.