Prácticamente llenas estuvieron las misas del Domingo de Ramos en los diferentes templos católicos de la ciudad de Pachuca, con lo que la Iglesia católica y sus fieles iniciaron las actividades conmemorativas de la muerte y resurrección de Jesucristo en esta Semana Santa 2019.

A mediodía las iglesias de La Asunción, San Francisco, La Villita y El Carmelito lucían llenas de fieles que acudieron a bendecir sus ramos y a escuchar la palabra, ya que en esta fecha se leyó el evangelio de San Lucas, que relata la pasión y muerte de Jesús, por lo que en todos los templos, los sacerdotes usaron el color rojo en recuerdo litúrgico de este suceso.

A las afueras de cada templo, muchas personas llegaban con sus ramos de diferentes tamaños para ser bendecidos a fin de ser colocados en sus hogares, mientras que también había varios vendedores que ofrecían ramos de diferentes precios, desde 10, 15, 20 pesos, algunos con una flor al centro o acompañados de trigo, o bien copas hechas de ramos de a 35 pesos.

También a mediodía en la Plaza General Pedro María Anaya, la parroquia de la Asunción celebró una procesión hacia el templo, donde fueron bendecidos los ramos que llevaban los fieles.

El Domingo de Ramos es el día en que el cristianismo recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.

El semanario católico Desde la Fe indicó que las palmas benditas nos recuerdan las palmas y ramos de olivo que los habitantes de Jerusalén batían y colocaban al paso de Jesús, para proclamarlo como Rey en su entrada triunfal a dicha ciudad.

“Por eso los católicos las colocamos en ese lugar que consideramos especial. Sin embargo, estas se van secando al paso de los días, y lo apropiado es llevarlas a la Iglesia oportunamente para que sean quemadas y empleadas a manera de ceniza el siguiente Miércoles de Ceniza”.

Señala que aunque muchas personas acostumbran colocar los ramos detrás de la puerta a manera de amuletos o para mantener alejados a los malos espíritus o a los ladrones; o bien, a modo de hierbas con presuntos fines curativos, todos estos propósitos son meras supersticiones, por lo que aclara que las palmas benditas no deben ser vistas como cosa mágica.

El sacerdote dominico Françoise-Marie Dermine, doctor en Teología, lamentó que los católicos sucumban a este tipo de prácticas y se dejen influenciar por ellas, “cuando las palmas benditas, o cualquier otro objeto o imagen religiosa, son vistas con un pensamiento mágico, se pretende hacer a un lado la voluntad de Dios, y por lo tanto, atribuirle un valor superior a Él. Entonces es claro: las palmas benditas no tienen propiedades mágicas”.

Por eso, señaló que cuando las palmas benditas se secan, pueden ser desechadas como cualquier objeto, sin temor a que vaya a caer algún mal o condena sobre la persona; “lo conducente es llevarlas a la parroquia para darles el uso adecuado”.

También el padre Julio César Saucedo, comenta en Desde la fe, que el significado del Domingo de Ramos refiere que el evangelista San Lucas ayuda a comprender  que Jesús se dirige a la Ciudad Santa como peregrino para celebrar la Pascua, pero con el “rostro firme” de que Él será el Cordero sin mancha que se ofrecerá en esta Pascua.

Por esta razón, se presentan tres características importantes: el burro, la gente que tapizaba el camino con sus mantos y la aclamación: Bendito el rey que viene en el nombre del Señor”.

Explicó que el burro era considerado como la montura propia de un príncipe que, al entrar en una ciudad, expresaba su sentido de paz; mientras que el gesto de la gente que comienza a tapizar el camino con sus mantos, tiene una connotación de realeza, queriendo significar en este pasaje la entronización del rey.

Por último, la aclamación de “Bendito el rey que viene en el nombre del Señor”, era utilizada por los sacerdotes como una “oración litúrgica” para recibir a los peregrinos; pero en este Domingo de Ramos, tiene un realce especial, dado que, a través de estas palabras, se reconoce a Jesús como el Mesías esperado, el “príncipe de la paz”.

El Evangelio, por tanto, nos presenta que Jesús entra triunfante en Jerusalén, pero no como un guerrero conquistador, ni mucho menos como un mesías político; sino como el Mesías humilde y manso que establecerá una Nueva Alianza, reconciliando al cielo con la tierra y al hombre con su Dios. Jesús entra en la Ciudad Santa, con el ‘rostro firme’ de su destino en la cruz”.