George Orwell, escritor de la famosísima novela 1984, fue un personaje excepcional. Luego de trabajar por un corto periodo para la administración de la policía en India, se dedicó al periodismo independiente el resto de su vida. Es de suponer que su paso por la administración pública dejaría cierta huella en su quehacer periodístico. En el prólogo de su libro 1984, menciona que era bien sabido que los órganos de control de la desaparecida Unión Soviética tenían una comisión dedicada a analizar textos supuestamente anónimos y contrarios al Estado, con el único objetivo de detectar, mediante un análisis de estilo, a los autores de los mismos.
En nuestro país actualmente se ha recrudecido el ataque de un grupo de periodistas a cualquier acción emprendida por el gobierno federal. Luego de conocerse la lista de comunicadores que fueron beneficiados por las administraciones de los últimos tres sexenios anteriores, la virulenta reacción por parte de los que perdieron sus prebendas no se ha hecho esperar. Abundan columnas completas que se dedican a denostar prácticamente cualquier acto de gobierno, sin importar la naturaleza del mismo.
Recientemente en la comunidad de Tetepango en Hidalgo, un grupo de huachicoleros (omito el adjetivo “presunto” porque dado que finalmente sustrajeron vehículos con combustible robado, no cabría duda de su oficio) se enfrentó a un grupo de elementos del ejército. El video, a pesar de tener una calidad deficiente, muestra a un grupo de personas que, actuando en flagrancia en las inmediaciones de una toma clandestina de gasolina, retan a un grupo de soldados a usar la fuerza pública, luego de que aparentemente un joven habría resultado herido durante el operativo. Al no obtener el resultado deseado, cambian de estrategia e impiden que los uniformados puedan retirarse del lugar. A la mañana siguiente, varios columnistas de diversos diarios, ya criticaban airadamente lo que calificaban de una fallida y pusilánime reacción de los integrantes de las fuerzas armadas. En su opinión, los soldados debieron haber sometido a los huachicoleros…
Imagino el escenario en caso de que los soldados hubiesen repelido la agresión: estos mismos periodistas estarían en este momento rasgándose las vestiduras por el uso arbitrario de la fuerza pública. No se requiere ser George Orwell para detectar que existe una intención de desprestigiar cualquier acto que provenga del gobierno que les privó de lo que estos “comunicadores” consideraban “su dinero”.
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