Vivir es maravilloso, sin embargo, en el camino no todo es como lo queremos, las personas y las circunstancias siempre cambian.

Es duro despedirse de lo que amamos, aceptar que es necesario cambiar el rumbo o que incluso, hemos llegado al punto de tener que reinventarnos.

Ojalá la vida fuera color de rosa, ¿Cómo sería si no tuviéramos momentos amargos?, ¿si no encontráramos obstáculos?… ¿si todas nuestras relaciones fueran para siempre? No tendríamos que vivir pérdidas ni atravesaríamos por el dolor… pero, no es así, nunca va a ser así.

Claro que lo que nos mantiene en pie es la otra cara de la moneda: la parte dulce de la vida, nuestros vínculos, las ilusiones, los proyectos que llegan a buen término.

La fe, la determinación personal, el amor propio… el amor a la vida, y muchos otros factores que nos fortalecen y nos hacen continuar más allá de las circunstancias.

Por eso es que logramos salir adelante, es lógico y hasta deseable que en circunstancias difíciles nos desmoronemos un poco, que lloremos o que de alguna otra manera nos desahoguemos, que nos sintamos sin ánimo, pero, es indispensable que después aparezca esa fortaleza interior y nos lleve a resurgir.

A veces es así… a veces tienes que levantar lo que queda de ti para darle una nueva forma, con lo que tienes, y echar mano de tus recursos, o aún mejor, descubrir los que no sabias que tenías y seguir, convencerte de que puedes, de que mereces estar y sentirte mucho más que bien.

¿Qué es lo que hace diferente a las personas que no se rinden? La fortaleza que les da creer en sí mismas, la seguridad de poder hacerle frente a la vida, tener un autoconcepto sano, saberse merecedoras de un mejor futuro.

Estas personas también han atravesado por momentos de dificultad o de dolor, pero no se rinden, esa es la diferencia.

Generarnos un temple que esté más allá de los cambios cotidianos, y que nos lleve a tomar decisiones y determinarnos para lograr lo que nos propongamos, sabiendo que hay variables que no podremos controlar, y que aún entonces encontraremos otra opciones para llegar a donde deseamos. Que nos favorezca para despedirnos de las creencias que nos limiten, para reconocer que existe la posibilidad de perder, y buscar que aún entonces haya algo que hacer, algo que aprender o ganar.

Hay que quitarse la etiqueta de víctima, si nos quedamos con ella estaremos actuando así, veremos el panorama y a nosotros mismos muy limitadamente…

No somos víctimas del desamor ni de ninguna otra circunstancia, cuando dejamos de vernos como víctimas recuperamos el poder de cambiar lo que nos afecta, y cuando nos podemos cambiarlo sabemos que tenemos el poder de alejarnos o de hacer que ya no nos afecte.

No somos súper poderosos, pero tenemos un súper poder… elegir nuestra actitud, saber lo que sucede si nos rendimos y saber que podemos dar batalla a los propios fantasmas que nos asustan tanto.

Vivir más allá de las circunstancias es trazarse un proyecto de vida y elegir la actitud con la que iremos por la vida, es válido doblarse, pero es indispensable no mantenerse así.

Llora lo que tengas que llorar, extraña lo que tengas que extrañar, enójate, reclama… pero, después vuelve a centrarte, en ti, en tu presente, en lo que puedes hacer con lo que la vida te presenta.

No pierdas el tiempo en lamentaciones, no dejes que el dolor, la tristeza, el enojo o el miedo te rebasen.

Aprende a dar vuelta a la página, a no cerrar los ojos a lo viable, indaga en lo posible lo que puedes hacer para mantenerte en pie y sigue caminando, la vida no es de pausas, si no sigues, ella no espera.

 

Pregúntate: ¿Qué puedo y quiero hacer para estar bien más allá de las circunstancias?

Y comprométete a lograrlo.

¡Si puedes! Convéncete de ello, porque es el primer paso para que suceda.

¡Abrazos!

 

Twitter: @Lorepatchen

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