La libertad, antivalor: la esclavitud
Galdino Rubio Bordes
“La Libertad es tan bella, que es necesario limitarla”, por esta razón, debe ser ejercida responsablemente, lo que conlleva a comprometerse en lo individual.
La tradición liberal considera la libertad humana el valor más importante, aduciendo que la autoridad surge del libre albedrío de los humanos, expresada en sus sentimientos, deseos y opciones. Los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad humana. Los sentimientos son guía de los votantes y de los líderes. Libremente estos deciden de acuerdo a lo que sienten, no a lo que la razón dicta.
En política, el liberalismo admite que el votante sabe lo que le conviene. Por tanto, defiende las elecciones democráticas. En economía, el liberalismo considera que el cliente siempre tiene la razón. Por tanto, da la bienvenida a los principios del mercado libre. En situaciones personales, el liberalismo anima a las personas a que se escuchen a sí mismas, a que sean fieles a sí mismas y a que sigan los dictados de su corazón, siempre y cuando no vulneren las libertades de los demás. Esta libertad personal queda consagrada en los derechos humanos.
En el discurso político actual, el mensaje liberal suena fuerte, en razón de estar vinculado al sentido partidista para advertir el apoyo a causas específicas como el matrimonio gay, el aborto, y el control de armas, como en los Estados Unidos. No obstante, conservadores y liberales defienden situaciones comunes y fundamentales, como las elecciones libres, la judicatura independiente y los derechos humanos.
Con plena libertad, los mexicanos hemos decidido nuestro destino, de manera que, en los tiempos que corren, con frecuencia nos preguntamos si lo hemos hecho bien. Quejas y adhesiones a nuestros gobiernos van y vienen, en algunos casos de tonos subidos y en otras ocasiones mesurados comentarios, pero día a día se encuentran en el debate.
Los lamentos sobre el modelo político-económico, reconocido como neoliberal, no cesan, es el culpable de todos nuestros males, según la opinión mayoritaria. Sin embargo, hago una reflexión: Singapur, Reino Unido, Japón, Alemania, por mencionar algunos, viven o transitan también en este mismo modelo, y al parecer otra es su situación.
Con todas nuestras libertades conservamos un nivel educativo que, a decir de organismos internacionales, no pasa de la medianía; ya mejor ni hablar del sistema de salud; así con toda libertad los ciudadanos hemos permitido que decidan nuestros gobernantes y representantes; sí, con libertad deciden qué hacer y qué no hacer en materia de seguridad pública, en el espantoso día a día.
Si somos libres, debemos participar en el modelo de nación al que aspiramos, y hacer puntual observación acerca de lo que estamos en desacuerdo o pueda ser más conveniente, más allá de nuestra afiliación política, porque para eso somos libres y deseamos una mejor forma de gobierno de nuestro país.
No hacerlo es renunciar a nuestra libertad y entonces somos esclavos: de la dádiva, de la mezquindad personal, de las ambiciones, de la indiferencia y somos libres, no esclavos, ¿o sí?
NOTA: Algunos conceptos utilizados son de la autoría del Dr. Yuval Noah Harari, en su libro 21 Lecciones para el siglo XXI, editorial DEBATE.