La lucha por la Casa Blanca de nuevo llega a México

Jorge Esqueda Hernández

De nueva cuenta las relaciones entre México y Estados Unidos parecen estar bajo el fuego electoral estadunidense, en particular de los deseos reeleccionistas del presidente Donald Trump, y del posible juicio político que lo desalojaría de la Casa Blanca.

Pero vayamos por partes. En este tiempo son dos las condicionantes que guían la actividad del mandatario estadunidense: su reelección y echar por tierra el proceso que lo llevaría a un juicio político.

En el primer caso, sondeos de principios de este mes lo colocan como favorito para ganar las elecciones de noviembre de 2020, con dos quintos de interrogados por el sitio especializado Político y la firma Morning Consult dando la respuesta de que el primer nombre que vendría a su mente al ir a las casillas el año próximo sería el de Trump.

Se agrega que los 19 precandidatos presidenciales del Partido Demócrata no parecen crecer, y si bien es cierto que el proceso del cual saldrá el abanderado de ese partido será en los primeros meses del año entrante, ahora no se ve quien podría crecer. Cierta reserva habría que guardar con Michael Bloomberg, el empresario y filántropo exalcalde de Nueva York que este domingo hizo oficial sus aspiraciones.

Lo más duro podría venir del proceso se sigue en la Cámara de Representantes el cual determina si Trump presionó al gobierno ucraniano para investigar al exvicepresidente Joe Biden y su hijo Hunter, de supuestos actos de corrupción y así descarrilar las aspiraciones presidenciales de Biden.

Se sabe que lo más probable es que los Representantes concluyan que sí hay elementos de juicio, pero al pasar el expediente al siguiente nivel en el Senado, se señala que la mayoría de senadores de filiación republicana lo detendría. Muy probablemente así sería, pero con un gran desgaste político porque hasta ahora los testigos, todos de alto impacto, han reconocido que fueron presionados para a su vez presionar a Ucrania, o bien que atestiguaron tales presiones.

¿Y si Trump parece tener un margen razonable para su reelección, para que presionar a México con la advertencia de que pronto serán declarados como terroristas los carteles mexicanos de la droga?

México, desde antes de la primera campaña electoral del jefe del gobierno estadunidense, ha sido una figura preferida por Trump para golpear y ganar popularidad o reafirmarla. La subordinación económica y financiera de nuestro país hacia Estados Unidos, junto con el cambio del discurso oficial en esta y la anterior administraciones, que ya no ve a Washington bajo la óptica del discurso nacionalista militante y lo han cambiado por el de amor y paz, han colocado al país en una condición objetiva de vulnerabilidad.

A ello se suma que revivir ese discurso no sería fácil cuando la aprobación del nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá sigue pendiente e ir a una nueva negociación o aún más, anular lo alcanzado –que podría suceder aunque parezca muy, muy lejano- sería un grave golpe para el actual gobierno mexicano.

Y también aquí se inserta el nombramiento de Jared Kurschner, asesor central de Trump además de su yerno, para supervisar el avance del muro que se construye en la frontera con México. Con Jared al frente, será como si Trump estuviera colocando la valla, y ese es el mensaje que se desea mandar.

Que Trump vaya a declarar organizaciones terroristas a los carteles mexicanos de la droga, ya ha hecho daño aún antes de que suceda. Y es así porque demuestra que varias líneas de acción gubernamental mexicana no son tan exitosas como se proclama.

Queda claro que el jefe de la Casa Blanca es todo menos amigo ni respeta a México, pues de serlo se hubiera esperado algún tipo de negociación previa a menos que sí haya existido y no se haya dado a conocer.

También es obvio que la estrategia hacia esos carteles no parece estar siendo aprobada por Estados Unidos, que solo ve como opción combatir la violencia con más violencia, justo lo que el gobierno mexicano descarta por completo.

En esta nueva coyuntura, el canciller Marcelo Ebrard tendrá que recurrir a todos sus recursos.

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