La paz, su antivalor, la violencia

Galdino Rubio Bordes

Paradójicamente, el ser humano durante su desarrollo ha peleado mucho por vivir en paz. El psicólogo Steven Pinker, sostiene que las sociedades contemporáneas tienen niveles de violencia entre diez y cincuenta veces menores que las de la antigüedad.

Este hecho se entiende en proporción de dos factores: el monopolio de la fuerza en manos del Estado y la legitimidad del sistema estatal de orden y justicia retributiva. Muy lamentablemente en los tiempos que vivimos, la violencia es el primer problema o el más grave de la política pública. Se le atribuye a la delincuencia organizada y a la no organizada. Los delitos que les resultan tan redituables, son el tráfico de drogas, la extorsión, robo de combustible, el tráfico de personas, el secuestro, asalto a pasajeros o transeúntes, robo a vehículos y a casa habitación, entre los más observables. Todo indica, que el gobierno no anticipó que la delincuencia escalaría a niveles altos de violencia y daño social (*).

Es una realidad la debilidad del Estado y la falta de un sistema legal efectivo, a base de cuerpos policiales profesionales, éticos, confiables; procuradores honestos y autónomos, tribunales y cortes capaces de resolver los conflictos sociales.

Sin embargo, es importante destacar, ¿por qué se genera tanta violencia? Nosotros como familias integrantes de la sociedad, ya como padres o hijos, ¿qué hacemos o qué dejamos de hacer, para que el flagelo de la violencia esté tan presente en nuestra vida cotidiana? Me pregunto si solo el Estado mexicano es el responsable o nosotros como sociedad, también tenemos parte de responsabilidad. Vivimos rodeados de violencia. Si observamos con un poco de calma, apreciaremos que muchos niños se entretienen con equipos electrónicos, que contienen una buena dosis de juegos con violencia, ante la complacencia de los padres.

Si encendemos la pantalla, encontramos un sinfín de películas, telenovelas o series vinculadas directamente con la violencia. Comentamos sobre ellas, en particular las relacionadas con las mafias del tráfico de drogas. Esto genera condiciones para sentirla, vivirla y pasa, de manera inconsciente, a formar parte de nuestra vida. La reflejamos desde el tráfico vehicular y, hasta en nuestra relación familiar, o de pareja, pasando por las agresiones (bullying) en las escuelas.

En verdad es rara la conducta del ser humano, por ejemplo: si nuestra vida depende del agua, que es cristalina, insabora y nutritiva, entonces ¿por qué se prefiere ingerir bebidas de color negro, gasificadas, saturadas de azúcar y conservadores a base de sodio, dañinas para la salud? Si nuestras fuentes principales de vitaminas, son las frutas y verduras, ¿por qué preferimos las frituras llenas de sal, grasas saturadas, sin aporte nutritivo, tan nocivas a nuestra salud? ¿Por qué preferimos entretenimientos violentos, la ingesta de bebidas alcohólicas o consumo de drogas, en lugar de la práctica deportiva, la meditación, el arte, la disciplina?

Considero que buena parte de vivir en paz, está en nuestras manos, enseñando a nuestros hijos, con nuestro ejemplo, el tener buenos principios antes que bellas maneras, que conserven una doctrina esclarecida en los valores humanos y no una frívola y absurda elegancia, socialmente insensible. Que sean personas honradas en lugar de personas hábiles para engañar, mentir, defraudar.

Está en nuestras manos vivir en paz y rechazar la violencia, ¿O no?

(*) Beatriz Magaloni: Las bases sociales del crimen organizado.