Rodrigo Obregón Sánchez
Hoy más que nunca, la percepción que tenemos de las cosas juega un papel preponderante respecto de la realidad que nos rodea. Nuestra percepción de lo que sucede en nuestro entorno define nuestras preferencias y dirige nuestras opiniones para materializar en nuestra conducta la consciencia que nos merece el ejercicio de pensar. Interesante resulta imaginar que a partir de un punto de vista se desprenden simpatías y antipatías. Nuestra opinión es el día de hoy un instrumento de cambio que por sí sólo no pinta pero que sumado, en coincidencia con la opinión de cientos, o de miles o incluso de millones de personas, se convierte en una fuerza avasalladora capaz de convertirse en aliado o detractor de políticas, instituciones, empresas o gobiernos.
Por supuesto que esto no es nada nuevo, el marketing es la disciplina que se encarga de influir en nuestras preferencias para dirigirlas hacia la óptima comercialización de determinado producto. Influyen en nuestra percepción de la realidad creando necesidades o haciéndonos conscientes de ellas. Es así que terminamos comprando productos específicos, los llamados satisfactores. El marketing político retoma muchos elementos del marketing convencional y los adapta a la arena política. Una de las características en el marketing político es que lo que se ofrece es un intangible, un concepto, una promesa que invita a la acción y donde esperamos que los resultados ocurran en concordancia con nuestro punto de vista. Se trata de una apuesta de valor. Dependerá de los resultados y de la forma en como estos lleguen que podremos confirmar si nuestro punto de vista fue correcto o nos equivocamos.
Sin embargo, el momento actual es demasiado complicado. El día de hoy, se calcula que el 92.3 por ciento de los mexicanos tienen acceso a las redes sociales, según un estudio realizado por Comscore el pasado mes de marzo. Eso significa que existe un universo de 115 millones de mexicanos susceptibles a ser captados por las ideas y conceptos de la oferta política nacional.
Cada actor del entramado político ha encontrado en las redes sociales una oportunidad de incidir en su grupo objetivo a través de promesas, hechos, resultados, opiniones, imágenes, testimonios, reportajes, hay de todo. Y es en ese sentido que todos persiguen el mismo fin, llevar agua a su molino. Tratan de convencer, demostrar, ganarse la simpatía de quien los lee. Esto nos ha llevado a una lluvia de opiniones y detracciones descomunal. Alguien emite una postura o aseveración y en menos de lo que canta un gallo, un ejército de cibersoldados refutan, con argumentos válidos o no, aquello que, si bien no ha podido siquiera madurar en la consciencia colectiva, merece una oportunidad de ser analizado, valorado.
No importa sí en la batalla de opiniones se termina confundiendo al usuario, no importa sí la propuesta era buena o interesante, lo que importa es que no prospere y con ello, dirigir la atención del público al escenario donde al dueño del ejército de cibersoldados le interesa, su propia arena. Pretende ganarse la opinión de las masas, tener de su lado sus puntos de vista, hacerlos su aliado.
No importa el precio. No importa sí en cada ocasión se debe repetir el mismo discurso aludiendo a todo lo malo que ocurrió en el pasado, no importa sí sus propios resultados no son congruentes con las promesas que él mismo hizo en su campaña política permanente (porque aún no termina), no importa sí pretende hacer una consulta popular para enjuiciar a los actores del pasado pero no considera por un momento llevarla a cabo para conocer la opinión del mismo pueblo acerca de la extinción de los fideicomisos. El valor de cada punto de vista es alto; mantenerlo en las diversas preferencias políticas requiere grandes esfuerzos.
El día de hoy todos somos fotógrafos y también reporteros. La realidad se presenta ante nosotros y somos capaces de interpretarla, de capturarla, de preservarla. La realidad es un constructo personal que depende de nuestras experiencias y características. Para quienes no tienen la posibilidad de tener acceso a fuentes de información veraces es fácil que la realidad sea distorsionada con elementos tendenciosos e incluso macabros. La percepción de la realidad depende del cristal con que se mire, hay que buscar fuentes de información ciertas. No hay otros datos, los datos deben estar basados en hechos y esos son inobjetables. Bueno, ese es mi punto de vista.
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