El día 6 de enero de 2021 pasará a la historia de los EE.UU como uno de los de mayor infamia en los anales del país del norte. No sólo por la instigación del todavía Presidente Trump a la violencia y a la insurrección en un acto desesperado por invertir a su favor el resultado de las elecciones del 2020, sino por todo el bagaje de odio, resentimiento, nacionalismo y pleno fascismo que representaron los grupos que acudieron a su llamado.
Pasearon banderas trumpistas y confederadas en el Capitolio, cobraron la muerte de cuatro ciudadanos e irrumpieron en un acto supremo de la democracia de ese país absolutamente para nada. Trump lanzó la piedra y escondió la mano; terminó por recular y mandar a sus hordas de salvajes desenfrenados a sus casas y consiguió, que es lo que a mi parecer más le puede, una suspensión de sus redes sociales temporalmente con la amenaza de que si sigue con la misma línea sus cuentas serán borradas permanentemente.
Como bien dijo la senadora de Hawai, Tulsi Gabbard, una persona puede ser calificada más por cómo toma la derrota que la victoria, y Trump, ya lo vimos, la toma muy mal. Desde el rally que convocó por la mañana frente a la Casa Blanca lanzó el mensaje de su victoria robada e instigó a decenas de miles de fanáticos a avanzar sobre el Capitolio sin miramiento alguno.
Ni siquiera tuvo el coraje de ir al frente de la avanzada, él se guardó con algunos en la Casa Blanca mientras en la revuelta cuatro personas perdieron la vida. La democracia del supuesto país más democrático del mundo se tiñó del rojo de la sangre de ls fenecidos. ¿Para qué? Para NADA. En la historia de Estados Unidos han sido los muertos más inútiles.
El Congreso ratificó la victoria de Joe Biden y Kamala Harris con los mismos números que habían dado en su conteo original.
No se movió un pelo el dictamen. Mike Pence, como Vicepresidente, ceremoniosamente vio que esto sucediera a pesar de la petición de Trump de revertir los números a su favor, acción que su cargo no le habilita a hacer. Lo mismo hizo con el Congreso al que exigía una decisión por encima de la del electorado, a lo que tampoco está facultado a hacer. No pudo demostrar su tan cacareado fraude por ninguna vía legal. Todas las cortes rechazaron sus peticiones.
En la historia de ese país no se había presenciado un momento tan vergonzoso y que amenazara la transición de un poder a otro hasta el momento. Trump, solito, con lo sucedido ayer, se ha ganado un lugar en el hall de la infamia como ningún otro presidente lo había hecho y eso, ya es mucho decir, ya que la historia del vecino del Norte es todo menos transparente y noble.
Ha sido el país que ha intervenido en más gobiernos extranjeros, el que más ha jugado con los intereses económicos globales, el que más guerras ha suscitado, así como consumo de drogas y generado más crimen organizado en el mundo, pero todo esto queda en meras travesuras comparado con el daño que se hizo a sí mismo con lo sucedido en la elección del 2020 y la reacción del Presidente Trump.
Su capital estará con toque de queda hasta el cambio de poderes el próximo día 20 de enero y será una toma de posesión blindada, con un país a centímetros de una guerra civil que seguirá teniendo consecuencias a lo largo de muchos años y todo por alimentar con mentiras y visiones distorsionadas de la realidad que resultan en conspiraciones. Con los medios asediados y enfrentando a ciudadanos compatriotas unos contra otros arranca el 2021.
Lo más preocupante es que puede no tener acceso a sus cuentas de Facebook y Twitter pero sigue tendiendo acceso a los códigos nucleares.
Después de lo sucedido ayer fueron varios los congresistas que pidieron que fuera removido del cargo y que el Vicepresidente Pence supervisara la entrega del gobierno.
Esto puede suceder o no, pero sería lo más sensato ya que queda más que demostrado que Donald Trump ya no está capacitado para ostentar el cargo que tiene y que puede causar más daño a su País que beneficio instigando a la sedición y la violencia, así como generar disturbios por todo lo largo y ancho de su nación.