La nota más relevante para el mundo en estos días ha sido el relevo del poder presidencial en el que es todavía el Estado nación más poderoso del planeta, por supuesto hablando en términos económicos y militares, siendo los Estados Unidos el país del mundo que más invierte en defensa, y no así en desarrollo humano, donde la política llevada a cabo a partir de las últimas décadas supone recortes significativos en rubros como seguridad social, salud y educación, pero tendencias al alza en lo que tiene que ver con su poderío militar; actualmente con un presupuesto cercano al 3.2% del PIB, con lo cual supera en 3 a 1 a lo que gasta China en ese rubro y en más de 10 a 1 a lo que gasta Rusia (Policy Brookins, 2020).

Matizar es acertar. Saber que el mundo social y humano no es de blancos y negros sino de enfoques, perspectivas, tonalidades y claroscuros. No hay fórmulas mágicas ni recetas de cocina para resolver los problemas de la humanidad, aun cuando hipotéticamente hubiese la voluntad política para resolver al menos algunos de ellos más allá de los hermosos discursos de democracia y justicia que en cada rincón del planeta gustan de pronunciar los actores políticos.

Biden es un globalista, como lo son Merkel o Macron, mientras que Trump es un nacionalista, como lo son Putin, Bolsonaro o AMLO. China es un caso curioso, comunista y nacionalista en lo político, y globalista y capitalista en lo económico. Y ni uno ni otro son malos en sí mismos; para saber si sus visiones son las correctas y acertadas para sus respectivos pueblos, habría que evaluar sus resultados y ver si funcionan conforme al índice de desarrollo humano (IDH), un instrumento de medición integral del bienestar social de Naciones Unidas que abarca diferentes rubros e indicadores y no solamente los económicos o militares, donde México en 2020 apareció en el lugar 74 de 189 países, siendo el más alto Noruega, el más bajo Níger, y reflejando a Alemania en el puesto 6, Francia en el 26, Rusia en el 52, China en el 85, Brasil en el puesto 84 y Estados Unidos en el 17.

¿Qué les espera a México y a Estados Unidos, país vecino y primera potencia económica mundial donde viven cerca de 38 millones de mexicanos? Imposible saberlo. Lo que si podemos inferir, es que ni la polarización, ni las radicalizaciones o romantizaciones ideológicas en un sentido o en otro habrán de aportar nada a la medición objetiva de la realidad; como tampoco al testimonio que pueda ofrecer una ciudadanía global que cada vez está más inconforme y alejada de sus gobiernos, incluso de aquellos que se pretenden o asumen como democráticos.

La realidad objetiva parece ser que la mayoría de gobiernos del mundo, de todas las tendencias, partidos y colores, especialmente en Latinoamérica como la región más desigual del planeta, pero también en los Estados Unidos de América, le han fallado al ciudadano común, todavía lejano de ser considerado sujeto pleno de dignidad y derechos, como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La esperanza de dos pueblos, el mexicano y el norteamericano, ahora esta puesta en Joe Biden. La verdad al tiempo.