Jesús Cruz Fernández
La realidad que percibimos día a día es un reflejo de los somos, de lo que pensamos, de lo que sentimos, es decir nosotros creamos nuestra realidad en base a nuestros hábitos, costumbres y creencias que tenemos. Hay una reflexión que dice: “Siembra una idea y cosecharás un deseo; siembra un deseo y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”.
Esto significa que nosotros somos los creadores de la realidad que vivimos. No es la genética la que modela nuestro carácter, nos influye en un veinte por ciento aproximadamente, pero no nos determina, el resto depende de nosotros. No son las circunstancias desagradables las que nos limitan, sino nuestra forma de reaccionar ante ellas, que puede ser con una actitud de derrota o como un desafío o reto a vencer. No son las personas las que nos sabotean en nuestro desarrollo o crecimiento, sino nosotros mismos por darles demasiada importancia a lo que dicen, y no creer en nosotros mismos.
Todo resulta de lo que pienso desde que amanece. Si mi forma de pensar es positiva o negativa. Pero también se complementa con los sentimientos, si pienso y siento que va ser un día malo, ya estoy uniendo dos fuerzas poderosas que son el pensamiento y el sentimiento, es decir energía y magnetismo, la realidad se crea, empieza la acción, el día nos parece aburrido, vemos a los demás aburridos, molestos, empiezan las molestias y enfados.
Lo anterior no es otra cosa que el reflejo de nosotros mismos, percibimos en los demás y en la realidad lo que somos nosotros. Dice una frase de Mahatma Gandhi asi: “La vida es como un espejo: Si sonrío el espejo me devuelve una sonrisa. La actitud que tome ante la vida, es la misma que la vida tomará ante mi”.
La realidad que observamos puede manifestarse desde la mente consiente o desde la mente subconsciente. La primera se basa en el uso de los sentidos como la vista, el olfato, el tacto, el gusto, vemos una realidad externa, pero “no todo lo que brilla es oro” y “las apariencias a veces engañan”, porque detrás de lo que nos dicen puede haber mentira, simulación, hipocresía o también verdad.
La segunda es desde el subconsciente, aquí utilizamos la percepción, la intuición, la corazonada. Apreciemos una realidad interna de las otras personas que de manera externa no se ve, pero que la percibimos de las personas. Su intención, su malicia o su nobleza y honestidad. Las mujeres tienen más desarrollado esta facultad que viene del hemisferio derecho, aunque en los hombres también existe esa posibilidad, pero en un grado menor por falta de uso de la imaginación y la creatividad.
Es importante mencionar que en el subconsciente están guardados muchos de los recuerdos dolorosos de nuestra infancia, miedos, tristezas, angustias, frustraciones y creencias limitadoras acerca de nosotros mismos, de los demás y de la vida. Por ello es importante conocernos a nosotros mismos, ser honestos y vernos como en realidad somos, que pensamos que sentimos, como actuamos de manera externa al tratar con los demás y de manera interna, lo que sentimos de nosotros mismos y de los demás, buscando siempre que nuestros recuerdos de dolor, ira y temor no nos limiten para relacionarnos sanamente con los demás.
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