Martha Canseco González
Tengo que confesar una cosa, Andrés Manuel López Obrador y yo somos casi de la misma edad, el nació en noviembre del 53 y yo dos meses después, en enero del 54. Sólo que yo sí evolucioné.
También soy de Ciencias Políticas de la UNAM, él estudió ciencia política, yo periodismo y comunicación, seguro nos cruzamos en los pasillos, ¡qué bueno que no me pare!
Mi orientación sexual y mi pasión por los derechos humanos de las mujeres me llevaron a buscar la verdadera libertad. Como tantas personas de esa generación, hurgué en el comunismo pronto me di cuenta que era vertical, busqué en el socialismo resultó similar, probé con la masonería, peor de patriarcal. Finalmente me encontré en el feminismo.
Él gozó, goza y seguirá gozando de sus privilegios patriarcales, yo me he forjado en la otra orilla. No crean hay ocasiones en que siento un poquito de envidia. Pero hay ventajas masculinas que no quiero ni de lejos: comprar un cuerpo en cualquier calle de este país, aunque sea el de un hombre que ahora es mujer, abusar sexualmente de niñas, niños y adolescentes sin ninguna consecuencia, para eso están jueces y magistrados que se portan como tíos y tías consentidoras con los criminales. Matar, violar o abusar sexualmente de una mujer y que todo mundo mire para otro lado.
Como él mira e insiste en mirar con el fin de asegurarle sus privilegios masculinos a un hombre que en su momento incendió Acapulco cual Nerón y ahora tendrá la oportunidad de provocar llamas en todo Guerrero. MORENA apostó por lo peor.
En palacio nacional, la sombra de Madero se desvanece para dar paso a la verdadera figura que campea en el lugar, la de Porfirio Díaz el dictador.
Y espantados de su propia estupidez, blindaron no solo Palacio Nacional sino también otros espacios como, por ejemplo, domicilios particulares de funcionarios federales. Echaron gasolina al fuego y pretendieron que no hubiera llamas.
¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo!, dice la canción de Liliana Felipe, este 8 de marzo de 2021 más vigente que nunca. El feminismo mexicano avanza, la furia mexicana no se detiene, con mayor razón que nunca inundará las redes y otras estarán en las calles.
Y palacio nacional amurallado. Pero resulta que una muralla tiene dos caras, en este caso la interior que da a las oficinas gubernamentales oculta a un dirigente a quién sus propias ideas machistas y arcaicas tienen arrinconado, empequeñecido, porque no termina de entender a este movimiento, porque no lo puede controlar ni dominar. Era un rey en un castillo.
La otra cara, la que da al exterior tiene los nombres de las miles de mujeres que han sido asesinadas en México, la verdadera cara de México. Y esa muralla está construida con las manos de las feministas
Hay una canción de nuestra época de López Obrador y mía, que le cantábamos a la dictadura chilena, se llama precisamente La Muralla. Quién le iba a decir que 40 años estaría él en la misma posición que la dictadura y que miles de mujeres se la cantaremos hoy.
“Alcemos esta muralla, juntando todas las manos, juntando todas las manos, las negras sus manos negras, las blancas sus blancas manos. Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde la playa hasta el momento, desde el monte hasta la playa allá sobre el horizonte…Tun, tun, quién es, una rosa y un laurel, abre la muralla, tun, tun quién el veneno patriarcal, cierra la muralla”
Y parafraseando precisamente al presidente socialista de Chile, Salvador Allende, le digo a mi coetáneo: “Más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pasen las mujeres mexicanas libres”
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