Lucía Lagunes Huerta

Después del bombardeo que hemos recibido las mujeres y niñas a propósito del día de las madres, sorprende que se siga alimentando una idea romantizada de la maternidad donde el sacrificio y la abnegación siguen siendo los ejes de las odas a la maternidad. Imagen detenida en el tiempo desde hace siglos.

Una maternidad, que, además, se da por sentada como el destino natural de las mujeres, sin posibilidad de elección.

De entrada, hay que decir que la maternidad no es un destino natural de ninguna mujer, que la posibilidad biológica de procreación no obliga a ninguna mujer, niña o adolescente a cumplir con esa función, que la maternidad es una decisión, que lleva consigo la crianza, tarea social que se ha destinado a las mujeres, bajo el mito del instinto materno.

La imagen edulcorada de la maternidad impide que ésta se coloque en el terreno de la decisión, de la posibilidad, de lo racional, es decir, de la conciencia personal y colectiva sobre los impactos que tiene en las vidas de las mujeres.

Se nos dice desde hace cientos de años que la realización de las mujeres es ser madre, que con eso cumplimos nuestra misión en este mundo y que eso nos tendría que bastar; en medida que se requirió la mano de obra femenina se añadió, que si queremos realizarnos como personas podemos hacerlo en lo profesional o laboral, siempre y cuando no descuidemos nuestra misión principal: la crianza, el cuidado, el hogar.

Este discurso genera una escisión en las mujeres. ¿Cómo se le hace con un mismo cuerpo ser dos personas? ¿Será que ser madre no es ser personas o ser persona no es ser madre?

Semejante bombardeo hacia las mujeres desde el mito de la maternidad, como si existiera un deseo innato de las mujeres, hace que muchas que No quieren ser madres, terminen siéndolo porque así es y no encuentran la vía para no serlo. Aunque cada vez más jóvenes que gozan con el derecho a la educación se están replanteando que esa disyuntiva: ser madre o persona, es un falso dilema y un planteamiento tramposo para las mujeres.

Pues para sus pares, los hombres, la paternidad no se convierte en una renuncia a la persona y su desarrollo. A ningún hombre se le ha planteado que su realización como hombre está en la paternidad para lo cual deberá renunciar a sí mismo y con ello se sentirá realizado, pero si aún así necesita ser persona podrá realizarlo siempre y cuando cumpla con su obligación de padre.

Esta idealización de la maternidad ha llevado incluso a tolerar las maternidades forzadas de las niñas. En México cada día 32 niñas de entre 10 y 14 años se convirtieron en madres en pleno año de la pandemia, según reporta el Consejo Nacional de Población (Conapo).
Estamos hablando de niñas de entre quinto de primaria y tercer año de secundaria, que en confinamiento se convirtieron en madres. En qué condiciones se presentó ese embarazo ¿acaso atrás de estos embarazos está el incesto?

Esas niñas forman parte de los cientos de millones cuyas vidas están siendo gobernadas por otros como lo revela el Informe sobre el Estado Mundial de Población 2021 que se dio a conocer el pasado mes de abril.

La maternidad no es ningún estado romántico de las mujeres. La maternidad debe pasar por la conciencia de cada una para poder determinar si se quiere ser madre o no y qué condiciones se tiene para serlo.

Elegir es el derecho que todas las humanas debemos poder ejercer en el más pleno estado de autonomía y autodeterminación.

Para ello, las mujeres requerimos tener verdaderas condiciones educativas, económicas, culturales, políticas y sociales.

No contar con ello genera que en pleno siglo XXI la mitad de las mujeres y las niñas en todo el mundo NO tomen decisiones sobre su autonomía e integridad personal, y la desigualdad es la razón fundamental de esta carencia.

Es momento de modernizarnos y dejar a un lado los mitos de la maternidad para tomar la decisión con los pies en la tierra.