Arturo Gil Borja

Lamentable la alerta que ha emitido la Organización Mundial de Salud (OMS), por el acaparamiento que han realizado países con poder económico, político y militar en el mundo, con relación a las vacunas en contra de la COVID.

Es meritorio, para su país y connacionales, que el Presidente de Estados Unidos de Norte América, Joe Biden presuma que, en pocos meses, habrá cumplido la meta de vacunación y, aun así, “les sobrarán dosis para tener en bodega para un futuro”, mientras muchos países del tercer mundo, no han aplicado aún una sola dosis.

Las desigualdades, “en este planeta tan desigual”, han expuesto y potencializado las graves diferencias sociales y económicas, como si en esta tercera piedra a la derecha del sol, hubiere seres humanos de primera, segunda y tercera.

La cruda y dura realidad, no la vamos a cambiar, ni escribiendo mil columnas, ni subiendo a redes sociales múltiples quejas, pues el poder de la riqueza económica difícilmente caerá por esta clase de presiones.

Esto, y en un intento de no perder poder político, ha obligado a decenas de gobiernos, principalmente de américa latina y áfrica, a integrar en su discurso, la posibilidad de combinar, en el mismo paciente, distintos tipos de vacuna, bajo la lógica que, siendo parecidos los procesos de creación, podrían servir a sus conciudadanos.

La realidad es que hasta el momento no existe un estudio determinante ni definitivo, sobre las consecuencias que esto traería a la salud de los recipientes de dos dosis de vacuna de distinta marca, en el mismo paciente.

En Australia ya se iniciaron estos estudios, pero al igual que la creación de una vacuna, se debe pasar por distintas fases, lo que no veremos en cuando menos un año.

Lo anterior es un llamado a aquellos países que han planteado la posibilidad sin estudios científicos con el rigor absoluto que esto merece, para que eviten, so pretexto de la urgencia de aplicar vacunas, escondidos bajo la mascarada del interés político, para “jugar y experimentar” con la salud de sus habitantes.

El primer paso para que las diferencias tan graves entre naciones cambien, es el que, desde el interior, los gobiernos de los países actúen con responsabilidad y respeto a los derechos humanos de las personas, incluido el de la salud, dejando la mezquindad de la ambición de poder a un lado.

No se puede exigir a otros países, respeto a los derechos de los demás, si desde casa no cuidan los de sus propios connacionales y establecen políticas públicas de prevención, y no de contención de daños.

La única solución para aquellas naciones que no tengan acceso a vacunas suficientes para sus pobladores, deberá ser la de cuidar la salud a través del uso de cubre bocas, medidas de higiene y distanciamiento social, modificando la cultura añeja, por la del cuidado extremo y la conciencia social.

Hasta la próxima.
Fb: Arturo Gb / Arturo Gil Borja
Tw: @arturogilb