Con el gusto de siempre retomamos esta hermosa actividad de comunicación con todos ustedes, agradeciendo de antemano el gran apoyo a este espacio.
Sin duda alguna, las catástrofes naturales han estado, siempre, a la par con el desarrollo humano. Por mencionar algunos de los más conocidos y actuales, tenemos el famoso Diluvio universal, la erupción del Vesubio, que sepultó a Pompeya en el año 79 d.C., los poderosos y destructivos terremotos, como el de la Ciudad de México en 1985, los de Haití en 2010 y 2021 o el de Chile en 1960, considerado el más potente de la historia, con magnitud de 9.5 grados, que dejó más de 2000 muertos y 2 millones de damnificados.
O el impresionante y destructivo tsunami de 2004, que golpeó las costas de Indonesia, especialmente en Banda Aceh, Sri Lanka, Tailandia, India y varios países más, generado por un terremoto submarino. Tristemente se habla de un aproximado de 230,000 vidas perdidas. Estos eventos han dejado marcas indelebles en nuestro mundo.
Hoy mismo, estamos siendo testigos de la fuerza destructiva del volcán en la isla española de La Palma. Durante casi 15 días ha estado arrojando lava, destruyendo todo a su paso y creando un río de fuego que ha llegado al mar, generando otra situación de riesgo al formarse columnas de vapor con ácido clorhídrico.
En Italia, el Stomboli comenzó a erupcionar el 14 de septiembre y el Etna, arroja material incandescente desde el 30 de agosto. Y en Islandia, el volcán Fagradaisfjall entró en actividad el 18 de septiembre pasado.
Afortunadamente, en nuestro México, Don Goyo se ha mantenido estable, solamente con sus eventuales y espectaculares fumarolas, que últimamente han generado caída de ceniza en los municipios circundantes y algunas alcaldías del oriente de la Ciudad de México. El Popocatépetl, o Cerro que humea, según los antiguos mexicas, se mantiene como perenne testigo, junto con el Iztaccíhuatl, o Mujer Dormida, del avance y crecimiento de la esplendorosa Tenochtitlán.
A medida que se sabe más del comportamiento de las capas de la corteza terrestre y el movimiento de las placas tectónicas, podemos conocer las áreas con mayor probabilidad de experimentar un sismo, aunque no se tiene aún la forma de predecirlo con anticipación.
Actualmente, en nuestro país tenemos el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, consistente en sensores colocados en el centro y costa oeste del país que, al detectar el inicio de un movimiento telúrico, alertan a las autoridades y población de zonas que podrían resultar afectadas.
Con respecto a la actividad volcánica, sí se conocen señales o signos previos a una erupción. Los micro sismos o tremores en las inmediaciones así como las fumarolas, exhalaciones de vapor de agua o ceniza son algunas de ellas. Un dato sorprendente es que, en La Palma, los pescadores advirtieron la falta de peces meses antes que iniciara la actividad; se cree que por el calentamiento del fondo marino, las especies se alejaron de la zona.
Existe un sector en la sociedad que pretende atribuir estos dos tipos de eventos “al cambio climático”. La realidad es que vivimos en un planeta vivo, aún en evolución después de unos cuantos miles de años. Desde la instrucción básica sabemos que la Tierra tiene un núcleo interior en estado incandescente y diversas capas que la forman.
Como lo mencioné al inicio, el hombre, desde sus orígenes ha aprendido a vivir con este tipo de manifestaciones naturales. Creo, más bien, que debemos reaprender a respetar a la naturaleza y no seguir creando asentamientos humanos cerca de las zonas de riesgo ya conocidas.
En un próximo espacio hablaremos sobre la influencia del hombre en la modificación de su entorno natural y sus consecuencias. Mientras tanto, estemos informados y prevenidos, especialmente si vivimos en alguna zona de alta sismicidad o riesgo volcánico.
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