Por: Griselda Lira «La Tirana»
Para mi compadre el Cristero, un charro bien bragado.
Rap cumbiero de la pornocracia: primer suspiro.
Todo se vale, pero todo me duele. Me hiere, me hiere, me hiere el silencio con su violencia, queja tras queja, por la derecha o por la izquierda, un muerto por hora que grita justicia. Elegante, peinado, relamido, hijo del diablo, ese, ese que cava la tumba de tu capricho. Acomplejado y resentido, embelesado con ese baro, rey de todas, el iniciado. Cadenas al cuello, cadenas de oro, pero al fin cadenas. Ese, ese infiltrado que duerme contigo, que tiembla en tu cama, que está poseído. Queja tras queja muy de mañana, placer, poseer, sexo, violencia, política y poder. Unicornio, unicornio, unicornio, unicornio, unicornio que reza a su diosito.
Toni Muertes: segundo suspiro.
En 1986 conocí a Toni Muertes, su nombre de pila era Juan Rodríguez I, nunca supe qué significaba la i en su apellido materno, ni tampoco quiero especular en ese punto arriba de la raya o en su pasado bañado de sangre inocente y en sus rituales de canibalismo en el bar Foucoult. Yo era una adolescente rebelde buscando el camino por mi propia cuenta y a mi entender prosaico de filósofa urbana, inmersa en una sociedad industrial que otorgaba el confort a sus habitantes, los cuales provenían de todo el mundo.
La pequeña urbe era el dinero que no arde en las manos de los pendejos, un pabellón apocalíptico que ninguno entendía; y quien notó las identidades híbridas marchando como soldados al unísono del pueblo unido, salió a tiempo del Chernóbil mexicano, justo a la hora en la que nadie le hace caso a nadie, abre el boquete en una pared dimensional y huye para no ser extrañado por la nostalgia de las canciones de protesta con su chilladera manipuladora que bautiza con veneno amargo la visión de los vencidos, adorando a un idolatra comprometido con una idea, la suya y la de su élite, cubierta con chocolate virreinal y rellena de sangre tipo gansito. Los jóvenes que apoyamos a Toni Muertes recibimos un cuarto de chorizo para el almuerzo y un juguito de 3 pesos para la sed. Sed de libertad, de justicia y de amor que con tanto dulce en las promesas no se acabó, al contrario, dio más.
Toni era, en lo privado, terco, violento, temerario, proxeneta y cínico, decía que me quería como si fuera una yegua fina de su colección y porque siempre lo hacía reír, era su payasa personal sin sueldo, esclava de sus pretensiones, pero el Calígula, era su caballo favorito, una drag queen rusa muy chingona con un posdoctorado en ingeniería robótica. Toni era hacedor de prostitutas, pederasta profesional y reclutador de criminales a quienes también pasaba a darles sus besos de muerte, babosos y comprometedores como el club de los 41 antes de la nueva era. Al exterior era culto, emprendedor, altruista, caballeroso, un embaucador con puños limpios pero un verdadero actor del fango empresarial, secretario de la orden delta.
Soy progre y pobre. Inquisidor de mi religión: tercer suspiro.
Ahora es posible ser revolucionario virtual, con una onomatopeya bien hecha, anulas al opositor, palabra decimonónica, hurtada del diccionario de héroes nacionales mexicanos y que no sirve para nada porque en el infierno, todo parece indicar que no habrá otro Pancho Villa y mucho menos, un general brillante como Felipe Ángeles. Nos cargó la tartamuda.
En esta urbe multicultural, la especie que habla la Verdad, la contracultura, será juzgada y perseguida por los Robespierre que sacan a Shakespeare del currículo escolar y argumentan su dicho con terrorismo, los meme- terminators de cristal, la conspiración de los liberales que se conducen como conservadores, los que quieren despoblar y luego poblar, señalar con su dedo cagado a quien repara después de recibir un salario mínimo.
Almas del purgatorio, antes de que cante el gallo o Judas pague con bitcoin voy allá, a la magueyera, a tirar el miedo mi querido hermano charro, el Cristero, después regreso a la tumba a echar un pulque contigo, a chupar un faro porque los muertos no hablamos, ni opinamos, ni existimos, a los de abajo, nos han silenciado y entumido.