Por: Dr. Mario Alberto Velázquez García
En la mitología nórdica Loki (no confundir con el personaje de Avengers) es un gigante, no un dios, que se caracteriza por sus engaños y su gran inteligencia. Éste es uno de los personajes más complejos dentro de las mitologías antiguas; aunque tiene rasgos de maldad no puede ser definido únicamente como “malo” o “demoniaco”, sino más bien un tentador de los límites y reglas que los dioses imponían; él buscaba generar desestabilidad, pero con ello, ayudaba a generar un nuevo orden.
Durante las últimas tres décadas del siglo pasado y la primera del presente siglo, el narco mexicano fue esta especie de Loki que tenía rasgos malignos, sin duda, pero también tenía (principalmente para los habitantes de las comunidades donde se asentaba su principal dominio) un cierto “halo” de ser los justicieros sociales frente a los gobiernos que acumulaban una creciente animadversión. Para el gobierno, local, estatal y federal los narcos eran este gigante que los seducía, los tentaba y con el que una cada vez mayor cantidad de políticos decidieron ser cómplices, con la ilusión de tenerlos aún “semi encadenados”.
En las leyendas nórdicas, Loki fue capturado por los dioses nórdicos principales, los llamados “ases” (æsir), pero éste prometió escapar para luchar contra los que lo encadenaron en la batalla final del mundo (Ragnarök). El narco, este gigante que los políticos mexicanos creyeron mantener semi encadenado, mientras ellos sacaban provecho de sus negocios, ahora parece haberse liberado.
La liberación de Ovidio Guzmán el 17 de octubre del 2019 marca un parteaguas en la geopolítica mexicana. En este fallido operativo federal y estatal por capturar a uno de los hijos de el “Chapo” Guzmán los narcotraficantes desplegaron sus fuerzas en puntos estratégicos de la ciudad amenazando con desatar una masacre de civiles y de las familias de militares. Lo diferente en esta ocasión fue que este despliegue de poder militar se produjo dentro de una capital: Culiacán. Otro cambio esencial es que el estado mostró que es capaz de ceder parte de su control territorial en un espacio, simbólicamente fundamental, como son las sedes del poder político. Entonces, ¿cuál es el mensaje que mandó el estado al permitir que los narcotraficantes tomaran por horas Culiacán? Que estos grupos tienen la capacidad táctica y militar para quitarle a las autoridades cualquier territorio sin que existan consecuencias. Cuando la reacción natural del estado debió de ser un despliegue militar y político para demostrar quién tiene el control de esta ciudad, la respuesta fue un repliegue que a ojos de la población y de los narcotraficantes sonó a la derrota del gobierno federal.
Desde una perspectiva geopolítica esto supone un cambio sustancial en la guerra que el estado mexicano venía luchando contra el narcotráfico. Anteriormente esta lucha funcionaba como una guerra de guerrillas, donde los grupos armados insurgentes no busca controlar territorios, sino pelear combates esporádicos, generando el mayor número de bajas al ejército, pero principalmente, exhibir las debilidades tanto militares como políticas de su adversario.
El narcotráfico en México, hasta hace unos años había operado en términos geopolíticos como una guerrilla, pero ahora busca el control de territorios. Esto significa un cambio fundamental; ya no se conforman con controlar las rutas para su mercancía, quieren ser la principal autoridad, es decir, la que se encargue de la seguridad (o más bien de la inseguridad), pero también del cobro de cuotas a cualquier persona o compañía que busque operar en sus zonas. Durante este sexenio se repiten las imágenes de “pobladores” que protestan contra la presencia de militares o policías en sus localidades, logrando en varios casos que estos salgan ¿Quién queda en el control de estos lugares si la autoridad acepta que necesita retirarse? Es tiempo para que el estado mexicano de un nuevo nombre al narco y lo reconozca como un grupo terrorista/militar que amenaza la estabilidad política, económica y social del territorio mexicano; no son “simplemente narcos” son terroristas y así deben ser tratados.