Por: Christian Falcón Olguín

 

“Para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios”.
1984, George Orwell.

En 1949, el novelista británico, George Orwell (Eric Arthur Blair), publicaba su obra literaria “1984”, distopía social en la que describe la revelación apoteótica de un sistema de gobierno cimentado desde la figura ilustrada de “El Gran Hermano” (Big Brother) y que mediante carteles e imágenes centralizaba el poder con un mensaje totalitario digno de introducir a la idolatría o la sumisión: “El Gran Hermano te Vigila”.
El poder político se ejercía desde “El Partido”, estructura encargada de la alienación social a través del “Doblepensar”, término que definía al mecanismo de manipulación que imponía la pérdida de identidad e ideología de los ciudadanos, estableciéndoles criterios convenientes al régimen, como el uso del “Pararcrimen” y el “Negroblanco”, procesos que inducían al conformismo y a la nula crítica social.
Mientras tanto, el departamento de “La Policía del Pensamiento” monitoreaba, identificaba y castigaba a los disidentes que se opusieran a las reglas del sistema político, manteniendo una permanente vigilancia desde las “Telepantallas”, así se les conocía a los monitores del régimen que se ubicaban por todos los rincones de la ciudad, desde espacios públicos hasta el interior de los domicilios, eliminando toda privacidad personal y colectiva, a través de ellas se mostraba las posibles discrepancias de opinión, acción e intención en contra del gobierno, motivo suficiente para una inminente aprensión y vaporización; inclusive, la Telepantalla tenía la función de transmitir diariamente la enajenación colectiva hacia el mensaje del “Gran Hermano”, quien fomentaba desde el segmento de “Los Dos Minutos de Odio” la segregación, polarización social y odio contra los personajes antagónicos al régimen, mientras que los simpatizantes y temerosos seguidores vitoreaban con profundo frenesí e insultos a los disidentes del sistema.
Cabe destacar, que dentro de esta sociedad se tenía como único camino la aceptación ideológica de un orden establecido por tres mandatos: “La Guerra es la Paz”, “La Libertad es la Esclavitud”, y “La Ignorancia es la Fuerza”, términos que se aplicaban desde los 4 ministerios del sistema gubernamental, los cuales tenían tareas específicas, definidas de la siguiente manera: “El Ministerio de la Verdad” transmitiría a través de los medios de comunicación y de las publicaciones los minuciosos contenidos para la alienación del “Doble Pensar” y el uso de la “Neolengua”, es decir, la forma correcta de encriptar términos y limitar el razonamiento desde las expresiones o vocablos establecidos por el régimen.
A su vez, “El Ministerio del Amor”, atendería la aplicación e impartición de “Justicia” desde su conveniente maniqueísmo y castigo de los rebeldes, dejando claro que solo sus partidarios gozarían de benevolencia. Asimismo, “El Ministerio de la Paz”, trataría los asuntos relacionados a la guerra, haciendo uso de las estrategias militares enfocadas a generar conflictos y hostilidades, justificando su necesidad para alcanzar la paz. Y finalmente, “El Ministerio de la Abundancia”, en cuya función, atendería los asuntos económicos, con discordancia de beneficio a la colectividad y favoreciendo los intereses de la clase privilegiada o gobernante.
La narrativa orwelliana, menciona de forma magistral la vida inconforme de “Winston Smith”, quien describe desde la oscuridad de sus pensamientos su crítica hacia el modelo de gobierno, que sistemáticamente moldeaba la conciencia colectiva, dictaminando las relaciones humanas, costumbres, lenguaje o lecturas convenientes para estar dentro de lo valido y no ser un fugitivo en automático, la intolerancia y la falta de criterio llegaban al grado tal, que se podida dudar del simple resultado de la suma de “2 +2”, también, se preguntaba si existía la rebelión clandestina de “La Hermandad” o si era un invento del propio régimen para justificar un oponente con quien mantener una lucha por el poder y el control social.
La novela refleja la sobreexposición de la actualidad, la condición que, desde las redes sociales alinean la manipulación colectiva o dictan las reglas que influyen el pensamiento, idiosincrasia o comportamiento de las relaciones interpersonales, alejando cada día a un mundo interconectado globalmente. La ¨Neolengua” aparece con el uso de nuevas expresiones para estar ad hoc en los “Trending topics”, al igual que la manipulación del “Doblepensar”, se enfatiza con las nebulosas ideologías, influenciadas por la infoxicación de noticias, referencias históricas, políticas y sociales, impuestas desde la “Telepantalla” del celular, instrumento que da testimonio de prácticamente todos los acontecimientos en los rincones del orbe; por lo tanto, “La Policía del Pensamiento” puede ser cualquiera que porte un celular, convirtiéndose en vigilante y vigilado desde las publicaciones en redes sociales, concediendo al mismo tiempo, que el yugo de los “Dos minutos de odio” sea visible por el troleo que distorsiona y deja de lado la oportunidad de construir desde la diversidad criterios superiores de entendimiento virtual, olvidando el respeto, tolerancia y concordia en algún recoveco del caché informático.
De manera que, “La Guerra es Paz”, es la confrontación permanente en redes sociales que moldean la realidad de una paz perpetua digital; “La libertad es la esclavitud”, es la dependencia sin privacidad en las redes sociales; “La ignorancia es la fuerza”, es la infoxicación y fake news, ignorando la búsqueda de un criterio informado y sin sesgo alguno. En fin, tal vez Orwell, no estaba equivocado y el pasado 1984 nos ha alcanzado en 2022, sin la oportunidad de definir si es real, surreal o virtual, alejándonos cada vez más de una realidad cívica y de vínculos emocionales, encontrándonos más cerca con “Metaversos” que nos llevan a la suscripción de un mundo desolado de razón, libre expresión y humanismo.