Haití y Palestina se encuentran hoy mismo entre los olvidados del mundo. Es cierto que no son los únicos en esa categoría, pero destacan por la gravedad de su situación y la indiferencia del resto del mundo ante las preocupaciones centrales del momento: la Covid que se va pero se queda, la viruela símica, la inflación, la invasión a Ucrania, los problemas de abasto, el calentamiento global y otros más.
Palestina regresó en plano secundario al panorama informativo gracias a la visita del presidente estadunidense Joe Biden a Arabia Saudita a mediados de este julio. Esa visita estuvo motivada por las preocupaciones de energía de Estados Unidos y la Unión Europea, ante los problemas de aprovisionamiento que ha creado la invasión de Rusia a Ucrania. También por el avance de Irán en su programa nuclear y el temor de que vaya a producir armas nucleares, a lo que se opone Occidente.
El proceso de paz entre Palestina e Israel se encuentra detenido, aunque también existe bajo nivel de violencia en su territorio, salvo la que cotidianamente se ejerce, y cuya acumulación lleva a periódicos estallidos, los mismos que atraen por algún tiempo la atención mundial.
Biden y el presidente palestino Mahmud Abas de nueva cuenta insistieron en lo que ya hay acuerdo en el papel: que Palestina tiene derecho a un Estado propio, el cual coexista con el de Israel, solución que en los hechos no avanza. En resumen, las mismas declaraciones sobre los mismos temas sin avances en los hechos.
Mientras Israel encuentra acomodo en el mundo árabe, que parece haber dejado atrás ya el tono militante con el que pretendió, sin éxito, aislar a los israelíes. Poco importan situaciones como que familias palestinas tengan que solicitar permisos para construir sus casas a las autoridades israelíes de ocupación. Más de 850 casas de ese tipo fueron destruidas por el ejército israelí el año pasado, demoliciones que además son cobradas a quienes se quedaron sin algo.
La acumulación de la tensión sigue como en otras épocas, y es arriesgado aventurarse a señalar cuando habrá un nuevo estallido. Pero la historia de las últimas décadas en Medio Oriente muestra que ocurrirá.
El otro gran olvidado que se menciona en este somero recuento es Haití, del cual es lugar común decir que es el país más pobre de América, y lo es, pero sin que haya medidas de rescate, de apoyo, de desarrollo que lo saquen de esa condición.
Este agónico julio fue el escenario de otro estallido de violencia en suelo haitiano, la cual es parte de la que acosa a toda América Latina, según los datos 2021 de Insight Crime para la región, Jamaica en la líder con 49.4 asesinatos por cada cien mil habitantes, seguida por Venezuela (40.9), Honduras (38.6), Trinidad y Tobago (32), Belice (29), Colombia (26.8), México (26), Puerto Rico (19.3), Brasil (18.5) y El Salvador (17.6), lista que cierran Perú (4.3 y Chile (3.6).
Entre la característica que distingue a la violencia haitiana se encuentra que es realizada por pandillas que operan sin algún tipo de control, y si bien el aumento de precios a alimentos y escasez de combustibles dispara los enfrentamientos, estos también se explican por esa actuación de bandas incontrolables.
La violencia genera su propio ciclo de sobrevivencia: desde el pasado abril las clases estaban suspendidas precisamente por la violencia, lo que crea las condiciones para una infancia y una sociedad que solo aprende formas de ganarse la vida con violencia, que por lo demás alcanzó ya niveles de crueldad inenarrables.
Haití alimenta esa situación, además, por dos tráficos que también se encuentran presentes en otras regiones latinoamericanas con problemas similares: el de armas y el de narcotráfico: armas que provienen de Estados Unidos, a donde llega las drogas.
¿Cómo encontrar la cuadratura al caso haitiano? Su viabilidad como Estado no se ve por alguna parte. La ayuda de todo tipo que recibe es insuficiente. Pese a su pobreza, o quizá por ella, la poca riqueza que existe es peleada con saña por pandillas, pero también por políticos corruptos. Su futuro, la juventud y la infancia, reciben clases cotidianas de violencia.
Haití parece desangrarse por completo en un caso de inviabilidad política, económica y social muy pocas veces vista en el mundo.
De salida: Donald Trump regresó a Washington de donde salió en enero de 2021 tras concluir su presidencia entre los frescos gritos de la multitud que tomó el Congreso para demandar que siguiera en el poder. Ahora en su regreso dejó entrever con mucha claridad que pronto anunciará si se postula de nuevo. Sin rivales en su Partido Republicano, solo quien fue su vicepresidente, Mike Pence, podría disputarle esa candidatura. Comenzó una etapa intensa en la política estadunidense.
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