El fallecimiento de Isabel II de Inglaterra ha puesto de nueva cuenta en la mira la polémica sobre el futuro de la actual casa reinante en Reino Unido, y tangencialmente, el de otras alrededor del mundo. Pero ¿se trata de una discusión seria? Al parecer, la respuesta es no.
El gobierno de los reyes, de las familias reales, es una de las formas más antiguas de gobierno en el mundo. A lo largo de los siglos ha ido desapareciendo conforme se ha aceptado que es falsa la división entre hombres y mujeres de primera que sobresalen del conjunto social. Según avanza la noción de igualdad, han ido desapareciendo las casas reales.
Pero en todo el mundo siguen existiendo y todo apunta a que su supervivencia se debe a que han aprendido a convivir con la idea de la igualdad entre hombres y mujeres, aunque no solo eso.
Hoy podemos hacer una clasificación de dos grandes grupos de casas reales: las que tienen poderes políticos verdaderos, y las que se encuentran muy acotados, prácticamente sin poder político.
En Europa es donde podemos encontrar más casas reales sin poder debido a que varias de ellas se encuentran en países donde el régimen de gobierno es la monarquía parlamentaria que, explicada a grandes rasgos, consiste en un rey o reina con poderes solo ceremoniales, porque el poder político real reside en el parlamento.
Ese es precisamente el caso de Reino Unido, pero también de España, Bélgica, Mónaco, Suecia, Dinamarca, Noruega o Luxemburgo.
En Asia destaca en la misma condición Japón, donde más que una consecuencia del arraigo de la noción de igualdad, su forma de gobierno actual se debe a su derrota en la II Guerra Mundial.
En Asia hay otras casas reales que caerían más bien en la primera clasificación, la de aquellas que sí tienen poder político. Una es Tailandia, con régimen parlamentario formal pero donde la influencia de su rey es amplia. A la fecha el monarca es Vajiralongkorn, quien tiene activo poder político y de acuerdo a las noticias que conocemos de ese país, se encuentra poco acotado.
En la parte occidental de Asia, en Medio Oriente, se encuentran varias monarquías cuyos jefes tienen un poder verdadero. La más destacada es Arabia Saudita, y cerca de ella se encuentran la de Emiratos Árabes Unidos y Qatar, país este último de moda por el mundial de futbol.
Todas estas se asemejan a la forma absoluta de la monarquía, aunque puedan tener órganos de representación popular, que sin embargo no se ven como auténticos equilibradores y menos aún contenedores de los respectivos monarcas.
Arabia Saudita es el caso más destacado, que inclusive se atrevió a ordenar el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi, cuyas fuertes críticas eran publicadas en The Washington Post, y por el cual están en la cárcel varios guardaespaldas reales, pero no quien se estima que ordenó la acción.
Todas estas casas reinantes comparten el consenso de sus respectivos pueblos, que se manifiesta en sentimientos de respeto y admiración, sin que sea inexistente del todo la disidencia de grupos que hasta donde se puede ver, carecen de la suficiente fuerza para cambiar la situación.
Y se señala “hasta donde se puede ver”, porque no es lo mismo al respeto a la disidencia, el pensar diferente o la libertad de expresión en Reino Unido que en Arabia Saudita, pues en el primer país es conocida la existencia de opositores a que continue la actual casa reinante de Windsor, pero es difícil evaluar la presencia de disidente en el reino saudita, debido a los límites a la libertad de prensa.
Inclusive en el reino saudita es difícil encontrar un profundo descontento con las casas reinantes. Aquellas que se encuentran acotadas por el parlamento, como las europeas o la japonesa, han sabido respetar esos límites y cumplir con su principal función: simbolizar la historia, el orgullo nacional y mantener la unidad nacional.
Lo mismo hacen aquellas que carecen de contrapesos, con el agregado de que la cohesión se garantiza con sistemas de vigilancia y en el caso de los países de Medio Oriente, con recursos para mantener un nivel de vida cómodo gracias a los recursos del gas y el petróleo de la zona.
Mientras esas monarquías cumplan su función y no rebasen los límites, es posible augurarles larga vida, para satisfacción y beneficio de los seguidores de la realeza en el resto del mundo.
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