Por: Lorenia Lira

En 1579 llegó la familia Carvajal, de origen portugués, estirpe ampliamente estudiada por Solange Alberro y Alfonso Toro. Presididos por don Luis de Carvajal y de la Cueva, quien fue nombrado el 3 de mayo como gobernador de Nuevo León. Llegó acompañado de su hermana Francisca y sus múltiples sobrinos. Francisca vino a la Nueva España con sus hijos Mariana, Isabel, Luis, Gaspar, y Catalina. Mariana permaneció soltera, Isabel y Ana se casaron con portugueses judaizantes: Luís permaneció soltero y Gaspar profesó en la orden de Santo Domingo. Catalina al igual que sus hermanas se casó con un portugués de ideas judaizantes Don Antonio Díaz de Cáceres con el que tuvo una hija: Doña Leonor de Cáceres. Apenas 10 años después de la llegada triunfal de la familia Carvajal a la Nueva España, comenzaron a caer las acusaciones en su contra ¿de qué los acusaban? De ser judaizantes.

En 1590 se celebró un auto de fe en el que Luís de Carvajal, es decir el Gobernador de Nuevo León fue reconciliado con la fe católica. ¿Qué significaba reconciliado? Era cuando los católicos se reconciliaban con la Iglesia, reconociendo sus faltas y arrepintiéndose de ellas. El delito del gobernador de Nuevo León fue haber encubierto las prácticas mosaicas (judías o de Moisés, de ahí el nombre) de su hermana y sus sobrinos quienes también fueron reconciliados. Cabe señalar que la Iglesia no se reconciliaba dos veces con los pecadores, a la siguiente falta se relajaban al brazo secular, es decir, eran quemados en la hoguera.

Uno de los sobrinos de don Luís de Carvajal, llamado también Luís, al que le decían “el joven” o “el mozo” hijo de Doña Francisca, fue arrestado nuevamente en 1595. Ese mismo año fueron presos su madre y todas sus hermanas, excepto Gaspar quien pertenecía a la orden dominica. En el año de 1596 fueron relajados al brazo seglar y quemados en la hoguera en el primer gran auto de fe que se llevó a cabo en la Nueva España. En ese auto de fe murieron la abuela, los tíos y la madre de Leonor de Cáceres. Leonor fue interrogada también por la Inquisición y ante las preguntas respondió que efectivamente profesaba la religión judía que su madre le había enseñado. La madre de Leonor, Catalina, estaba muy orgullosa de su religión y al parecer en las épocas en las que la Inquisición comenzó a perseguirlos se sintió tan amenazada que cayó en una especie de esquizofrenia y al igual que muchos judíos lejos de bajar la guardia y abrazar la fe católica, guardó con más ahínco la fe judía.

Leonor sufrió los estragos de esta actitud. Ella misma cuenta (en su expediente) que su madre le obligaba desde bebé a ayunar. Recordemos que esta comunidad judía de la Nueva España a la que los católicos llamaban despectivamente los marranos o cristianos nuevos, guardaban una fe muy poco ortodoxa que incluso era mal vista por los judíos de Europa. Y es lógico, en la Nueva España no había sinagogas, ni rabinos, ni personas que estudiaran la fe. Muchos judíos no sabían a ciencia cierta cuáles eran sus ritos y acudían a los edictos de fe que emitía la Inquisición para estudiar las prácticas que la Iglesia calificaba de judaizantes.

Pues bien, la madre de Leonor igual que la mayoría de judíos guardaba una fe basada en prácticas relativas a la comida. Es decir, ayunar, no comer carne de puerco, descansar los sábados, cambiar las sabanas de las camas desde los viernes, etc. Catalina como ya se había mencionado obligaba a Leonor desde bebé a ayunar aún cuando su único alimento era el pecho de su madre. La abuela doña Francisca reprendía a Catalina diciéndole que la niña era muy pequeña para ayunar a lo que Catalina respondía que el llanto de esa bebé era como un sacrificio que iba a llegar al cielo e iba a lograr que Dios les ayudará en su predicamento. La vida de la pequeña Leonor era muy difícil, por un lado su madre le obligaba a seguir la tradición judía, por otro su padre(a pesar de ser judío también) reprendía a su esposa por enseñar a la niña a judaizar.

La misma Leonor cuenta en su proceso que cuando llegaba su padre por las noches, le enseñaba el padre nuestro, el ave maría, el salve Regina, etc. y le pedía que no le hiciera caso a su mamá. Pero cuando Antonio se iba Catalina obligaba a Leonor a repetir las oraciones judaicas, y cuando no las repetía la castigaba amarrándola en cuatro sillas.

Leonor dormía en la misma cama de su madre, por lo tanto era la misma cama a la que cambiaban sabanas los viernes por la noche. Cuenta la misma Leonor que un día sin querer dijo” ¡Jesús!” y su madre la llamó “perra de mala casta” y le puso un huevo caliente en la boca lleno de pimienta. En esa ocasión la abuela de Leonor le reclamó a su hija diciéndole que la niña no seguía las leyes de Moisés por la aspereza con la que se las enseñaba… (continuará)