Por: Alejandro Ordóñez

Eran seis amigos -divididos en dos equipos- que compartían su pasión por los juegos de guerra -en línea-, era tanta su destreza que los ofrecidos en el comercio les parecían insulsos y aburridos, lo que los llevó a producir sus propios programas donde se planteaban escenarios peligrosos y retos que demandaban más astucia y audacia. Cada nuevo juego superaba a los anteriores, en grado de dificultad, por lo que en ocasiones fracasaban los comandos -como los llamaban-.

Así, diseñaron uno en el que el objetivo era descabezar a un grupo terrorista asiático -y regresar vivos-, o rescatar a un famoso periodista, preso de conciencia. Aprehendieron al dictador de un país del Continente Americano y lo entregaron a la Corte Internacional de Justicia para que fuera juzgado por crímenes de lesa humanidad, mas cuando intentaron hacer lo mismo en un país Asiático, fueron masacrados por las fuerzas militares y aunque en las reglas se dispuso que cada personaje tendría derecho a tres vidas, ni con diez que hubieran sido, ni juntando a los dos comandos lo habrían logrado. Sin duda, cada vez estaban más cerca de la perfección; sin embargo, no estaban satisfechos. Hagamos algo atrevido -dijeron-, capaz de escandalizar al mundo; que nuestros comandos siembren la destrucción y la muerte, a su paso, pero que sean capaces de regresar a salvo a sus cuarteles, para hacerlo más real no habrá vidas adicionales, personaje que muera, muerto estará el resto del juego. Y aunque cada quien se encontraba en su propia casa levantaron su copa y brindaron por ese nuevo éxito que ya auguraban.

Llegó el comando al campus -en tres automóviles- dejaron uno cerca de la entrada del estacionamiento, otro en el centro y el último hasta el fondo; se dividieron, uno caminó rumbo a la biblioteca, orgullo de la universidad pues poseía libros considerados verdaderas joyas; otro subió a la elevada torre del reloj campanario y ella, la única mujer, se dirigió al largo túnel por el que se ingresaba a los laboratorios del centro de investigación, terminada su tarea caminó hasta la cafetería -llena de estudiantes, a esa hora- donde la aguardaba el otro de sus compañeros. Listos, escribió en su celular; Se escuchó el tabletear de la metralla y los gritos de espanto de la gente que corría despavorida, había un francotirador en la torre del reloj que disparaba a todo el que cruzaba por los jardines; la policía se puso alerta de inmediato, se dio aviso a la guardia nacional y al mismo ejército. Cundió el terror en la cafetería. Es un ataque terrorista, dijo el miembro del comando. Todos al suelo, nadie sale de aquí. Llegaron las patrullas. Se inició el fuego cruzado; entretenido como estaba, disparando y protegiéndose de las ráfagas de la policía, el francotirador no se percató que un dron se aproximaba por detrás. Cesaron los disparos. La chica accionó un comando de su celular y se introdujo en el sistema de cámaras de vigilancia, del campus. Oprimió otro y una mochila, similar a las que usan muchos jóvenes estudiantes, colocada en el estante a la entrada de la biblioteca, explotó y las llamas de esa bomba incendiaria hicieron insuficiente el sistema contra incendios, del edificio.

La tensión crecía entre la gente que se guarecía en la cafetería; él y ella intercambiaron una mirada, él sacó dos granadas de fragmentación y las arrojó al suelo; ambos corrieron para ponerse a salvo. La onda explosiva fue terrible, se estremeció el edificio, destruyó mobiliario, cayeron cristales -como cuchillos-, volaron cuerpos, los ayes de dolor de los escasos sobrevivientes fueron menguando, las lenguas de fuego se expandieron hasta los pisos superiores. Ella observó, en su celular, la llegada de los camiones de la guardia nacional y del ejército, esperó a que descendieran de sus vehículos, accionó el wifi, se abrieron las cajuelas de los vehículos dejados en el estacionamiento, hizo click y espesas nubes de mortal gas venenoso salieron de ellos; los soldados y los guardias, desconcertados ante ese ataque inesperado, se llevaban las manos a la garganta y corrían tratando inútilmente de ponerse a salvo.

La nube de gas, impulsada por el viento, se dirigió hacia los salones donde se guarecían los estudiantes. Los dos sobrevivientes del comando se introdujeron por el largo túnel que lleva a los laboratorios, se encerraron en el pequeño cuarto donde guardan los accesorios de limpieza, por el celular vio a un nutrido grupo de soldados que iban tras de ellos y entraban también al túnel; cuando éstos llegaban al final del mismo, accionó el wifi para detonar los explosivos que previamente había colocado a lo largo del corredor. Cuando la nube de polvo se disipó un poco, se pusieron las máscaras antigas y se dirigieron hacia la ruta de escape prevista, pero al salir a la calle se toparon con miembros de la guardia nacional. ¡No disparen!, se escuchó la voz enérgica del comandante. ¡Los quiero vivos! Los rodearon rápidamente, cuando estaban a punto de tomarlos, ella jaló un inocente cordel que colgaba de la mochila que traía en la espalda. Volaron por los aires, cuerpos desmembrados.

El presidente, con voz quebrada por la emoción y lágrimas rasando sus ojos, terminó su apesadumbrado mensaje a la nación. En las pantallas de las televisoras apareció un moño negro. La locutora retomó la palabra: De terror, amigos, ¿frente a qué estamos?, jóvenes que confunden la vida real con un juego virtual; es increíble, han dejado al país sumido en el luto, bañado de sangre, sangre de ciudadanos que con su esfuerzo construyeron estas universidades para que fueran centros de cultura y de progreso, convertidas ahora en institutos donde nuestros propios hijos vienen a capacitarse para causar destrucción y muerte, tenemos al enemigo en casa, incubamos al huevo de la serpiente.

La Agencia Nacional de Investigación y el Centro de Inteligencia encontraron una computadora abandonada en una habitación donde guardan los útiles de limpieza y gracias a eso sabemos que todos eran ingenieros, formados en nuestras universidades, también han descubierto la existencia de otro comando, como los llamaban, y que ambos competían por ver quién era el mejor, por lo que las autoridades los buscan antes de que ocurra un nuevo atentado. Perdóname que te interrumpa, se escucha la voz del locutor, noticias de última hora nos informan que acaba de iniciarse un ataque contra el tecnológico de…

Ciudad de México, mayo del 2023