Javier Milei fue electo presidente el pasado domingo y ¿Argentina se acaba, viene el caos, el apocalipsis?

La opinión prevaleciente va por ese sendero; sin embargo, la situación del adalid de la libertad individual y por tanto del otorgar al Estado un papel mínimo, de ninguna manera será cómoda, y más bien se debe de pensar en muchas situaciones que acotarán su propia libertad como gobernante, ante las cuales se verá la clase de político a la que pertenece. Veamos algunas y la necesidad de reflexionar en ellas antes de hacer cualquier tipo de pronóstico.

El Congreso. El Congreso de la República Argentina puede ser el primer e incruzable pantano en que el economista quede atorado. Varias de las reformas que postula Milei necesitan reformar la Constitución del país sureño, como la desaparición del Banco Central o el uso generalizado y oficial del dólar.

Pero el líder del partido La Libertad Avanza está lejos del 66 por ciento de votos legislativos necesarios para modificar el texto constitucional, pues su agrupación solo tiene 38 diputados, mientras Unión por la Patria (UP), la coalición de organizaciones peronistas y afines suma 108, en tanto Juntos por el Cambio (JC) llega a 94, lejos en todos los casos de los 170 necesarios para las reformas.
Es decir, que si Milei ganó gracias al apoyo de JC en la segunda vuelta presidencial, ni sumados sus legisladores podrán hacer modificaciones constitucionales, lo que abre la puerta a la negociación, o también es cierto, a medidas de fuerza que sin pasar por el recinto legislativo, hagan realidad lo que legislativamente es imposible.
De hecho la situación es de amplio riesgo para el hoy presidente electo, pues el retiro del apoyo de JC literalmente le impediría gobernar, además de que los argentinos esperan la mejora de su situación prácticamente el mismo 10 de diciembre, fecha de la toma de posesión, lo cual es evidentemente imposible. La dificultad para lograr el cambio más que el cambio en sí mismo, es el principal escollo.
La sociedad argentina. Milei ganó en 20 de las 23 provincias argentinas y Buenos Aires Capital, por un poco más de 11 votos porcentuales. Sin lugar a dudas se trató de una nota de amplia reprobación al peronismo y sus organizaciones coaligadas (UP), que habían llegado tras el fracaso de Mauricio Macri, líder de JC, quien a su vez había logrado la presidencia en buena medida, en sanción de Cristina Fernández, a la fecha vicepresidenta saliente.
La sociedad argentina espera la mejora de su situación pronto, pero eligieron a un mandatario que postula el mínimo papel del Estado, cuando más allá de las fallas de gobierno, buena parte de esa sociedad ha vivido bajo el paraguas estatal. Días antes de las elecciones ya señaló que ante la complejidad de las reformas, por ahora se iría por las más urgentes y dejaría las de salud y educación para una segunda parte.
Tiempo es lo que necesita Milei y lo quiere ganar. ¿Aceptarán los argentinos esperar de 18 a 24 meses para que las medidas contra la inflación funcionen, cuando el pasado octubre el aumento de precios a tasa anual fue de 140 por ciento, y el mandatario entrante solo tiene 48 meses de gobierno? Por supuesto, si avanza, estaría en dirección de la reelección, pero hay que esperar, pues aún ni toma posesión.
Por lo pronto la privatización de la petrolera YPF tampoco será para mañana, mientras la privatización de los medios de comunicación estatales tampoco parece que acarree mejora en los bolsillos ciudadanos. Así, la sensación de urgencia de la sociedad argentina no parece estar en consonancia con los tiempos económicos.
Y a lo anterior agreguemos que el libertario ya amenazó con aplicar la ley a quienes protesten, olvidando que buena parte de la sociedad argentina está politizada y gusta de movilizarse ¿se atreverá a reprimir?
La autocrítica. Rasgo esencial de la actual clase política en la inmensa mayoría del mundo es la falta de autocrítica, La culpa de las derrotas propias siempre es el de enfrente o el pasado, jamás el propio partido perdedor. El peronismo y sus organizaciones afines tendrán que someterse a una amplia y profunda autocrítica, de si pasar el poder de esposo a esposa fue lo mejor, o que tanto afectó pelear en la cúspide del poder. Pero como en otras latitudes, la autocrítica no parece estar en el menú.

Las encuestas. Más que reflexionar en por qué ningún sondeo preelectoral acertó en la magnitud del triunfo libertario, es necesario analizar si los argentinos escondieron su voto y lo cambiaron en unos cuantos días. No se trata de defender a las casas encuestadoras, sino en señalar que cuando una sociedad está en ebullición, es muy difícil medirla por la propia volatilidad de esa situación.
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