¿Es en serio? Cuando lo miré me dio risa, simplemente carcajadas a todo pulmón y en cuanto recuperé el aire me quedé asombrado, perplejo y al mismo tiempo un tanto incrédulo, pero después de todo vivo en México y tal como lo expresó Salvador Dalí en su momento aquí todo es surrealismo.
Después de todo lo que ha vivido México desde 1910, gobiernos priistas, panistas y ahora morenistas la gente pudo pensar que lo había visto todo. Ya nada parecía sorprender y sin embargo, el gobierno siempre tiene un as bajo la manga.
Tal como hoy en día aquel mes de diciembre de 1930, con el tradicional Guadalupe-Reyes, apareció publicada una nota que dejó perplejos a propios y extraños; era una noticia que parecía propia del 28 de diciembre, día de los inocentes; pero no, los periódicos señalaban: “Quetzalcóatl será el símbolo de la Navidad en nuestro país”.
De acuerdo con algún lúcido funcionario del gobierno de Pascual Ortiz Rubio, desde ese año y en adelante, sería la “serpiente emplumada” -adorada por distintas naciones indígenas en el mundo prehispánico como símbolo de civilización- y no Santa Claus quien le traería regalos a los niños la noche del 24 de diciembre.
A la mañana siguiente el escándalo: “Quetzalcóatl arma alboroto”. ¿Quién iba a repartir los regalos a los niños una “piedra emplumada”? ¿Se usaría a un “dios pagano” para celebrar el nacimiento de Cristo? ¿Soportarían los católicos –que aún tenían abiertas las heridas de la guerra cristera- una nueva ofensiva del gobierno jacobino y revolucionario sobre sus creencias, dogmas y devociones?
La sociedad se opuso por completo a la disposición oficial; no tanto por defender al de por sí antipático Santa Claus, sino porque la Navidad era una celebración católica donde se conmemoraba el nacimiento de Cristo y si dentro de esa tradición, San Nicolás ya figuraba, no había por qué hacer cambios.
Sin embargo, los defensores de Quetzalcóatl esgrimían razones contundentes a cada reticencia para sustituir al “exótico” viejito.
El mítico dios reunía todas las virtudes: era sabio, civilizador, artista, honesto, pacífico, divino, y hasta cristiano, pues no se había olvidado la sospecha de que realmente hubiera sido el mismísimo Santo Tomás, que habría evangelizado a los indígenas americanos antes que la corona española.
Entre dimes y diretes, el proyecto oficial siguió adelante y el 23 de diciembre, se celebró el anunciado festival en el Estadio Nacional, donde se construyó como escenario para la magna función, un gran teocalli, donde hubo bailes folclóricos, tablas gimnásticas muy mexicanas, y toda una oda al neo indigenismo posrevolucionario, antes de que hiciera su aparición el mismísimo Quetzalcóatl quien entregó dulces, regalos y “sweaters rojos” a 15 mil niños.
Para fortuna del sentido común y de la población que rechazó la idea desde el principio, luego de esa bufonada del gobierno de Ortiz Rubio, Quetzalcóatl volvió a dormir el sueño de los justos dentro del Museo de Arqueología –hoy Antropología- donde descansa en su forma de serpiente emplumada.
No cabe duda éste país es muy ocurrente ¿Tú lo crees?… Sí yo también.