Más allá del resultado final de la elección presidencial estadunidense, lo que resalta es que se afianza la era de la sinrazón no solo en Estados Unidos, sino en otras partes del mundo.

A temprana hora de este miércoles 6 de noviembre, los númeoros aún no eran definitivos u oficiales pero claros y hasta sorprendentes: 276 votos electorales obtenidos por quien será de nuevo presidente Donald Trump, seis más de los necesarios, y sobre todo, 51 por ciento del voto popular, poco más de tres y medio puntos porcentuales sobre Kamala Harris.

A lo anterior se suma el casi seguro control de ambas cámaras del Congreso estadunidense por los republicanos, una victoria general, y más si recordamos que el magnate había ya copado la Suprema Corte con nombramiento de jueces conservadores durante su primera gestión. Algo solo equiparable a lo que hoy en día sucede en México.

Pero lo más importante son las razones de esa ventaja, porque tienen que ver con las motivaciones que habrían llevado a la mayoría de los ciudadanos estadunidenses a votar por Trump.

Citando no necesariamente en orden de importancia, destaca la fuerza del aislacionismo internacional de los habitantes del país que se mantiene como primera potencia mundial pero en un proceso acelerado de pérdida de esa posición.
El aislacionismo internacional se reflejará en las decisiones de Trump para retirar o usar como moneda de cambio la mantención del aporte militar estadunidense a Ucrania, en particular con varios países de la Unión Europea que lo ven como necesario, pues viven de cerca el intento de renacimiento de Rusia y que sin el apoyo de Washington, perderán un respaldo central para detener a Moscú.

Junto a ese aislacionismo se ve muy probable que renazca la erosión trumpista a los organismos internacionales. Habrá que estar atento a lo que pase con la Organización Mundial de Comercio (OMC) en este marco de aislacionismo que rima con proteccionismo.

Igual con las entidades encargadas de mitigar el cambio climático, pues la política de apoyar y fomentar la llamada “energía sucia”, no parece que vaya a admitir marcha atrás en el gobierno que iniciará en enero.

¿Y China? Apoyada en mano de obra barata, diversidad de materias primas abundantes y baratas, prácticas cuestionables como la falta de respeto a la creación intelectual ajena, penetración dadivosa en economías de países con bajos niveles de desarrollo, y un incipiente pero claro expansionismo militar regional, el país asiático está llamado a convertirse en la potencia económica del futuro, un camino que transcurre en medio de la guerra comercial con Estados Unidos, en la cual Trump se ha mostrado como un decido general para continuarla.

Hay que esperar la salida y el análisis de datos sorprendentes, como tendencias mayores a las esperadas en el voto a favor de los republicanos de segmentos de votantes que se esperaba favorecerían a los demócratas, por ejemplos latinos –los primeros datos hablan de mayoría de mexicanos- mujeres blancas -¿y el Me too?- y afroamericanos.

Se entiende en consecuencia que los votantes estadunidenses reprobaron la gestión demócrata, pero fueron convencidos por el hombre fuerte que ha prometido mejorar la economía y enfrentar situaciones que se viven como amenazas empezando por la pérdida de ascendiente internacional, pero también la adicción a las drogas y la llegada de más inmigrantes, sin que exista un sentido analítico de la responsabilidad de ese mismo votante en tales situaciones.

Lo real ya es que los demócratas tomaron una pésima decisión en buscar la reelección del ahora presidente saliente Joe Biden y luego en demorar el cambio de candidato, optando por una decisión tradicional –la vicepresidente Kamala Harris- quien sin duda reaccionó bien pero se quedó corta, en parte por las decisiones y demoras de su partido, y en parte por ella misma, lo que se evidenció al guardarse la noche de la derrota en lugar de salir a encabezar y acompañar a sus desmoralizados y tristes seguidores, casi la mitad de quienes sufragaron.
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