Por: Aidée Cervantes Chapa

Hoy 24 de diciembre, para quienes escribimos poesía, es muy grato recordar el natalicio del escritor ixmiquilpense Arturo Trejo Villafuerte, considerado como el sucesor de Efrén Rebolledo, por dedicar gran parte de su vida a escribir poesía erótica.

El poeta Trejo Villafuerte, quien cumpliría 71 años, perteneció a la generación de escritores que nacieron en nuestro estado, pero que vieron en la Ciudad de México su gran oportunidad de estudio, de empleo y de iniciar una prolífica producción literaria que, a la postre, lo colocara como uno de los autores, que han trascendido en la literatura nacional:
A cuatro años de su partida, a Arturo se le recuerda como un excelente maestro, apasionado de la lectura y las buenas amistades; aunque vivió en la capital del país, siempre estuvo atento a la evolución de las letras en nuestra entidad: ”En Hidalgo hay una literatura viva y pujante”, me declaró en una de las muchas entrevistas que le realicé.
Era un hombre amoroso, de corazón noble y adicto al enamoramiento, lo cual le facilitó escribir poesía erótica; su primer libro se tituló “Mester de Hotelería” y recordaba con orgullo cómo pudo vender la edición completa a pequeños empresarios hoteleros, quienes colocaban en cada habitación las toallas y un pequeño jabón Rosa Venus junto a un ejemplar de Mester de Hotelería.

Con nostalgia evoco el recuerdo de mi amigo y maestro, al compartirles uno de sus primeros poemas eróticos:

MESTER DE HOTELERIA

(Fragmento)

Mientras te desnudo
la armadura de tus sueños
te conserva serena.
Tu sostén no tiene ya sentido
Como dos globitos con agua
tus senos tiemblan en mis manos
las pantaletas descienden poco a poco
como una bandera derrotada.
Un vaso de vino reclama tu boca
Tus besos reivindican a mis besos
Recorro con mis labios
la ruta de tu cuerpo
Mi lengua transita pilastras
Simas Bordes
hasta llegar al lugar de la discordia
donde la espuma es negra y se rebela
Rincón profundo
que guarda del cielo el gran secreto
Mi boca palpa su textura
y bebe la gruta su silencio.
Las nubes se deshacen en tus senos
Mi cuerpo se moja de deseos
Los besos son cielo y sol
careo tu cuerpo con mi cuerpo
Tus ojos se cierran al destino
Hurgo en tu morada perpetuamente oculta
Mi historia es tu historia cuando entro
Una chispa de muerte me reclama
Una centella de vida ya te inunda.
Me siento tan tuyo entre tus piernas
que no quiero abandonar tu cuerpo
Las palabras se envanecen
Yo me sumerjo en tus días.
(De Mester de Hotelería, 1974)