Creyó que su broma causaría gracia; “es muy buena”, debió pensar. Y con emoción, cuando vio a su novia, mientras le bajaba el cielo y las estrellas, le pidió matrimonio. Ella, con los ojos llenos de ilusión, aceptó sin dudar.
Era el momento más feliz de su vida hasta que a su novio se le ocurrió pronunciar las palabras mágicas para un día como ese: “inocente palomita que te dejaste engañar”.
En la actualidad los expertos en psicología habrían dicho que al novio le faltó inteligencia emocional, pero esa es otra historia; en 1899, era una nota más entre las muchas que se publicaban con motivo del Día de los Inocentes.
El 28 de diciembre es una fecha de cuidado. Sobre todo, en cuanto a los préstamos. Nadie debía prestar ni un céntimo y la gente debe poner clara atención a sus acciones para evitar que algún vival termine recitando: “inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día de nadie te puedes fiar”.
En 1899, El Reproductor de Orizaba publicó en su primera plana un aviso que parecía propio del “día de los inocentes”: “Se ordena a todos los vecinos que desde la fecha de este aviso mantengan aseados debidamente patios, caños y letrinas. Las calles deberán ser barridas todos los días en la parte que a cada casa le corresponda, so pena de encarcelamiento”.
Nadie supo cómo tomar la nota, y en los días siguientes, los habitantes de Orizaba trabajaron afanosamente en la limpieza de casas y calles. Había de bromas a bromas. Una familia de la ciudad de México se horrorizó al leer la noticia de que su hijo, secretario de redacción de un periódico capitalino, había sido apuñalado y muerto por otro periodista.
Entre lágrimas e ira, los padres del muchacho, amigos, conocidos y curiosos que estaban indignados por tan terrible suceso, marcharon al periódico para exigir justicia. Para su sorpresa fueron recibidos por el “muerto” que se había prestado para la inocentada.
Indignado por la broma, y quizá por haber sido víctima de alguna otra, un articulista de El Imparcial escribió:
“Esa clase de costumbres tradicionales tienen el inconveniente de ser imbéciles. Mucho me extraña que el día 28 haya pasado tan inadvertido.
Debiéronse haber celebrado descomunales banquetes e inauditos bailes, puesto que era el día onomástico de las nueve décimas partes de la humanidad: Inocentes los que discuten durante horas sobre toros; inocentes, los jóvenes que cifran su orgullo en el buen vestir; inocentes los que basamos nuestro porvenir en un premio eventual de la lotería; inocentes, los que llaman pérfidas a todas las mujeres”.
El artículo estaba firmado por “Inocencio”, quien de seguir vivo en el 2024, habría vuelto a escribir, con muy mal humor, que este año no habría Día de los Inocentes, porque los legisladores lo celebraron durante todo el periodo de sesiones.