Por. Dra. Verónica Ramona Ruiz Arriaga
Apreciadas y apreciados lectores, hoy deseo llamar particularmente su atención con respecto a las banquetas.
Hace poco caminé las calles de Polanco, en Ciudad de México, y me percaté que, en general, allí los automóviles y los peatones parecen tener un trato equitativo. Cuentan con semáforos; hay banquetas sin obstáculos y en buen estado (igual que el arroyo vehicular); los retornos tienen un diseño que hace disminuir la velocidad de los automotores y permite que el peatón verdaderamente tenga la prioridad, sin pelear por ella.
Ese paisaje me llevó cuestionarme: ¿Cómo un diseño tan agradable como sencillo, es posible en una parte de esa gran ciudad? Podría decirse, que es por tratarse de Polanco, pero existe algo similar en muchos otros lugares, como el centro de la pequeña ciudad de Tlaxcala, y en unas colonias de clase media de Puebla. Entonces, una ciudad como Pachuca ¿podría tener algo parecido? ¿Sus habitantes podrían tener un ambiente que les reportara tanta seguridad, bienestar y armonía? ¿El peatón podría dejar de ser marginado y de tener que correr por su vida? Nada en la realidad posible, niega ese horizonte. Sin embargo, como siempre, las preguntas más difíciles de responder son las relativas a la solución más urgente y puntual. ¿Cuál es el aspecto más relevante para aquel equilibrio? ¿Por dónde empezar?
La experiencia indica que un punto crucial para la movilidad peatonal es justamente el espacio reservado de manera específica para su realización: la banqueta. De suyo, todas las personas utilizamos las aceras en algún momento del día, las cuales existen, según la norma, con la finalidad de brindar a las y los peatones cierta seguridad para transitar por la vía pública. Sin embargo, con una frecuencia inusitada, las banquetas de Pachuca son empleadas como espacios para comercios ambulantes, semifijos y fijos; como estacionamiento de automóviles; como depósitos de basura o de diversos objetos, de material de construcción o de cascajo, como jardineras, como pronunciadas entradas para autos, como taller mecánico, como lavado de autos, o como un espacio que simple e impunemente, es privatizado por los dueños o arrendatarios de los inmuebles contiguos.
Por otra parte, cuando una vialidad es remozada sería de esperar que los responsables se ocuparan también de rehabilitar los cruces y banquetas, pero eso no ocurre casi nunca. La prioridad de la obra pública en Pachuca la tiene el automóvil, siendo altísimo el déficit de banquetas que cumplen su función de forma medianamente adecuada. Por si eso no fuera suficiente, todos hemos visto que muchos automovilistas, aun teniendo amplio margen para estacionarse sin obstaculizar la acera, eligen colocar sus coches, precisamente, sobre el espacio trazado para la movilidad peatonal. También, en incontables casos, quienes así actúan, lo hacen sin percatarse siquiera del daño físico y emocional que le causan a las personas que, con todo derecho, sólo intentan desplazarse sobre el espacio peatonal, mismo que se convierte en su obstáculo. Ese daño es incalificable cuando se le infiere a quien tiene alguna limitación física, ya sea por edad o por alguna condición de salud, temporal o permanente, máxime si dependen del auxilio de un bastón, unas muletas o una silla de ruedas.
Por eso, llama la atención la ceguera social que, en este tema, alcanza a todos. Las autoridades correspondientes que ignoran las necesidades peatonales, y al no sancionar las irregularidades favorecen su impunidad; los automovilistas carentes de la mínima sensibilidad y educación vial, que toman todo el espacio para sí; y, también, los peatones que van de la resignación cómplice, a exponer o agredir al automovilista.
Ahora bien, a falta de banquetas reales, al peatón no le queda más remedio que desafiar el riesgo de transitar sobre el arroyo vehicular, exponer su vida e integridad física y andar sobre gravilla, arena, tierra, lodo, charcos, basura, hoyos y demás obstáculos, que no deberían estar en el llamado espacio peatonal, pero que ahí están, y que con ese solo hecho, mantienen en el más despiadado confinamiento a las personas con alguna discapacidad motriz, que es un buen barómetro de la desigualdad social. Entre tanto, la sociedad se conforma con el cierre de ciertas vialidades, renuncia a la posible convivencia respetuosa entre los vehículos y el peatón, que no sólo activa de manera sana la economía de proximidad, sino que se traduce en calidad de vida. Así, en realidad, parece que la ciudadanía ha dejado de aspirar a espacios verdaderamente caminables e incluyentes.
A pesar de todo lo dicho, vamos a cerrar con una buena noticia que parece decirnos por dónde empezar, y esto, tiene que ver con la conciencia humana, pues hay personas que escuchan no sólo con respeto, sino con atención y empatía, y actúan cuando se les pide su cooperación para desocupar ese espacio mínimo, por consideración a los peatones más vulnerables. Eso está ocurriendo desde hace ya 15 días con la automotriz ubicada en el Boulevard Felipe Ángeles que, a la altura de Antonio Tagle, venía ocupando la banqueta para estacionar sus autos en venta y que ya la ha liberado. Esto es algo simplemente correcto, pero se agradece y se valora. Estaré atenta para destacar casos tan esperanzadores como éste y parece que está despuntando una excelente posibilidad. Ya les contaré.
Dra. Verónica Ramona Ruiz Arriaga
Profesora Investigadora Titular C.
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