Las humanidades no son ciencias exactas. Sin embargo en ellas la gran mayoría actúa como si lo fueran.

¿En la naturaleza no es el lobo el opresor del cordero, al que atemoriza y devora? ¿No es el hombre el opresor del lobo al que aniquila? ¿No es, como decía Hobbes, el hombre el lobo del hombre mismo, dentro del inevitable orden natural de las cosas? ¿Es Bill Gates un opresor por su concentración de poder económico o es un filántropo izquierdista por ayudar a miles de personas con millones de dólares de su excedente bolsillo?

Si bien en el ser humano, por convicción ética “naturaleza no es destino”, tal vez si cuestiones sociales y humanas tuvieran una mayor conexión transdisciplinar con las ciencias naturales, obtendrían conclusiones y resultados un poco más objetivos.

Las sociales y humanidades deben tomarse siempre con madurez y apertura, principalmente porque en ellas no hay verdades absolutas sino aproximaciones, posturas, visiones, y no por ello necesariamente un lado u otro está mal. Pero esto tampoco nos exime de lo meritorio que significa reconocer los buenos intentos de personas ejemplares por tomar una postura ética. En estas disciplinas sin embargo lo más difícil para cualquier individuo es distinguir la realidad (el ser) de la idealidad (deber ser conforme a pautas morales o éticas determinadas).

Los seres humanos somos curiosos. A lo largo de la historia seguimos viendo cómo en muchos casos cuando tapamos un agujero, lo hacemos con la arena de otro agujero que destapamos.

Hay algunas personas que en sus exposiciones personales o académicas reflejan ideales nobles y preocupación por los otros, pero en la realidad su conducta es hostil, egoísta, competitiva y desean en el fondo poner su pie sobre tu cuello.

A veces observo que hay algunas mujeres que se están masculinizando y otros tantos hombres que se están feminizando. Y si bien es cierto que con ello ambos ejercen su libertad de ser, también lo es que con esta intención cultural hegemónica ambos están perdiendo la esencia de lo que les es propio por naturaleza e historia evolutiva. Hemos olvidado que humanidad es también cooperación, apoyo mutuo y complemento entre los sexos, que deben vivir con igualdad y equidad, en el marco del principio de reciprocidad.

Dice Hans Giébe que “los bonobos son primates completamente pacíficos, por genética benévolos y fraternos; mientras que con los seres humanos el humanismo y la civilización siguen siendo opciones para aminorar la violencia”. La violencia humana es un hecho natural e innato, que sin embargo debe combatirse con civilización y acuerdos sociales basados en normas y comportamientos morales, socialmente aceptados, que nos hagan seres cada vez menos violentos e injustos, más pacíficos e inclusivos, más pensantes y fraternos.

Acatar lo dispuesto por el Derecho -salvo casos extremos- es un deber cívico y ciudadano. Pero la obligación general de acatar lo que mandatan las normas jurídicas no implica que no podamos al mismo tiempo estar total o parcialmente en desacuerdo con ellas y en tal sentido argumentar para ejercer la crítica en virtud de las libertades humanas de pensamiento y de opinión.

Genéricamente, las ideologías de toda clase son por naturaleza e históricamente estructuras de pensamiento rígido muy contagiosas, principalmente en razón a que son muy cómodas y fáciles de seguir, pues en realidad poco o nada hay que hacer en esfuerzo intelectual o análisis crítico para matizarlas, confirmarlas, refutarlas, agregarles o quitarles algo, y si lo hay, esto es prohibido o incómodo a la luz de sus seguidores y partidarios porque representa alejamiento de la identidad y el dogma de la propia ideología. Pero ideal no es en ningún caso lo mismo que ideología. Los ideales son éticos, la ideología es dogmática.