Por Mónica Teresa Müller

Angelito mío, acordarte que yo no quería venir y menos de la mano de la bruja. No sé para qué me trajo. No te hagas el sordo y tampoco mires para otro lado, te estoy hablando. No vengas después con eso de que debo ser buena, hacer caso, no decir palabras que no son para niñas y todas esas cosas que te copias cuando las grita la arpía. Ahora me trajo a la “supuesta” psicóloga, la amiga chusma que quiere que le cuente todo. Espíala a la bruja, está despatarrada en el sillón bordó como si fuera una…bueno, loca, sí, una loca malvada.

Se sentó al lado de la lámpara para verse en el espejo que está frente a ella. Me quiero reír cuando le veo los pelos teñidos de rojo, le salió mal hacerlo sola, fue para mentirle a papá, que le debía a la peluquera. Soy chica pero no me faltan las neuronas, que dice la falsa que no tengo ¡Ahh! ¿Sabés Angelito mío, qué le voy a contar a la “supuesta”?, le voy a contar que la que dice ser el amor de mi papi, sale los lunes, miércoles y viernes, y antes que “su bomboncito” llegue, va rapidito a ducharse y a esconder el calzón de pituca en el lavarropas. Además se echa un perfume de los importados para tapar el otro que tiene cuando llega y que es parecido al que usaba el abuelito. Angelito, hablale despacito en el oído a papi, avívalo, vos que sos invisible y sabes hacer magia para que te escuche. Otra cosa que vi el viernes pasado, es que la bruja trajo un prendedor igual al que dejó la abuelita Rosa en la caja de terciopelo para que me lo regalen en su nombre cuando crezca.

Cuando se lo dio a mami, antes de partir, dijo que era de diamantes y esmeraldas o algo así, creo que es por los colores de las piedras. Te sigo contando, dejó el que trajo en la caja de terciopelo y se llevó el otro. Qué loco ¿no? Pienso y repienso, y me parece que la bruja y la “supuesta” tienen las narices ganchudas ¡eso le voy a decir cuando entre al consultorio! que se operen juntas y de paso que les saquen los bigotes que se creen que no los veo. Y si se hacen las cocoritas, les largo lo de la bombacha pituca y el perfume de viejo que trae la arpía cuando sale y no está papi. Y vos, Angelito mío, no seas tan buen angelito, que cuando te descuides, la bruja te va a teñir de rojo. Te juro que va a pagar usar mis ahorros para comprar cigarrillos y decirle al santo de papi, que me los mastiqué por comprar chicles. Ya sé, voy gritar tanto en el consultorio, que los vecinos van a llamar a la poli. Cuando entren, seguro que la bruja y la “supuesta” estarán calmándome entonces, voy a preguntarles: “¿Por qué me llaman “esperpento generacional” cuando hablan de mi por el celu?”