Las parejas de China tienen menor número de descendientes, mientras la economía nacional muestra cifras inferiores a las de hace unos cuantos años. ¿Qué pasa a la potencia oriental, llamada a tomar la batuta mundial en unas cuantas décadas?
Para irritación de los malquerientes de ese país y tranquilidad de sus admiradores, el ascenso de este país seguirá, pero a un ritmo menor mientras no corrija deficiencias en su desempeño de economía de mercado, una opción por la que se ha encarrilado de manera clara pero con personalidad propia.
En materia de natalidad, podríamos sopesar la posibilidad de que la occidentalización haya llegado también a ese ámbito. En efecto, muchas de las mujeres en edad reproductiva en países desarrollados de Occidente, conforman la llamada generación “NoMo”, por las dos primeras sílabas de las palabras en inglés No Mother.
Pasando de manera veloz por este interesantísimo proceso social, podemos señalar que en parte obedece a las formas de desarrollo profesional que se forjan cada vez más las mujeres, y donde la maternidad significa, al menos y en el mejor de los casos, la interrupción por unos meses de la carrera profesional.
Pero en la mayoría de los casos, hay que hacer muchos arreglos para atender al recién nacido e ir a trabajar. Luego, costear una guardería ya que no siempre están disponibles las gubernamentales, y luego atender la infancia y adolescencia al mismo tiempo que trabajar.
La falta de pareja o una mentalidad anquilosada en el compañero de vida, dificulta aún más todo.
China no es ajena a ese proceso, agudizado en buena medida por la caída de su crecimiento en los años pasados y la falta de empleo. Negarse a traer al mundo una nueva fuente de gasto sería una decisión económica racional, pero no cuando se enfrenta a mujeres que viven en una cultura donde casarse y procrear son piedras fundamentales de la sociedad, lo cual alcanza al mundo político, que ha lanzado campañas con estímulos monetarios incluidos, para que haya matrimonios y, desde luego, hijos. Y ya ni mencionar en esta ecuación sociodemográfica el aumento de la población senecta, que aumenta de manera sostenida.
En materia económica, en particular en los pasados 15 años, China ha aportado el 35 por ciento del Producto Interno Bruto nominal mundial, ocho puntos porcentuales más que Estados Unidos. A nivel individual, el ingreso per capital de un chino era en 1990 menos del dos por ciento de un estadunidense, pero hoy esa cifra se multiplicó por ocho y es del 17 por ciento del per cápita estadunidense, aún bajo pero satisfactorio que se haya logrado en menos de un cuarto de siglo.
Esos datos, del Fondo Monetario Internacional (FMI), se han logrado pese a que la economía del país asiático tiene varias debilidades: sistema bancario ineficiente, crecimiento basado por inversión en sector inmobiliario, no muy recomendable, alta deuda interna y en crecimiento, en contraste con la fuerza de trabajo, cuyo número de miembros va a la baja.
El FMI agrega las posiciones contradictorias entre el papel del mercado y el del Estado, todo lo cual lleva a la posibilidad de alta volatilidad en los años por venir.
El gobierno de China, dice la institución financiera, ha puesto a caminar tres medidas para cambiar esa situación: depender menos del crecimiento basado en la inversión y lograr que el consumo de los hogares sea el principal aportante del PIB.
También hacer que crezca la aportación del sector servicios al crecimiento, reduciendo la contribución de las manufacturas, cuyos trabajadores son menos calificados y perciben salarios más bajos.
Y por último, que el crecimiento del uso del capital físico tienda a la baja pero de una forma que crezca el empleo.
Esas tres medidas han avanzado, aunque se nota la falta de uniformidad, y se ha logrado sobre todo que el consumo doméstico sea cada vez más el motor del crecimiento y la importancia del sector servicios supera ya al que ha tenido la manufactura.
¿Entonces, mejora China? No se puede hacer esa afirmación, en particular por el tema de las deudas. La deuda pública china es alta pero comparativamente menor al de otras grandes economías. Empero, la deuda de los hogares, en particular la adquirida por la compra de casas, es alta y supera al total de los depósitos bancarios del conjunto de hogares.
Donde definitivamente no se ve mejora, y eso no lo dice el FMI, aunque lo toca muy velozmente, es en el aspecto político, sobre todo en materia democrática. China sigue cerrada en política y democracia, como lo demuestra su conducta hacia Hong Kong y su posición beligerante hacia Taiwán. Esto podría ser el talón de Aquiles chino, que le hiciera convertirse en un gigante con pies de barro.
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