Una de las carencias más visibles en la política nacional es la falta de nuevos cuadros políticos. Esto es, las organizaciones sociales, políticas, incluso las instituciones académicas, no han sido capaces de fomentar, preparar y consolidar liderazgos políticos integrales.
Entiendo que la formación de personas capaces de tomar decisiones no es una tarea sencilla. En ello, tienen que configurarse una serie de elementos que se podrían materializar en el largo plazo. Es decir, los liderazgos políticos que el país reclama no se construyen de la noche a la mañana. Pero, hay que aceptar que desde hace un buen tiempo no surgen en México nuevas voces (con cualidades específicas) que puedan aportar una moderna visión a la política.
Muy por el contrario, lo que tenemos en la actualidad son ofertas políticas que obedecen a los viejos tiempos y a los viejos vicios. Es probable, que dentro de la baraja nacional nombres como Ricardo Anaya Cortés, Armando Ríos Peter, Juan Zepeda Hernández, Claudia Sheinbaum, entre otros; puedan ser considerados nuevos liderazgos con rostro e ideas que pueden marcar la diferencia. Sin embargo, los anteriores se encuentran relacionados con partidos políticos donde imperan las malas formas de hacer política.
En este breve recuento, Pedro Kumamoto es un caso de excepción. Este joven político (diputado independiente y actual candidato al senado por la misma vía) ha forjado una trayectoria propia sin un pasado negativo que lo marque. Pero, en este particular, estamos hablando de un caso aislado en un mundo político que debería estar colmado de nuevos liderazgos capaces de hacer frente a los complejos retos.
Bajo este esquema, lo que hacen los partidos políticos ante esta problemática es una aberración. En lugar de asumir su responsabilidad por no crear nuevos cuadros políticos buscan en la sociedad perfiles diversos que les garantices ganar las elecciones, mantener espacios de poder o simplemente no perder el registro y por ende, las dádivas y prerrogativas.
Bajo este razonamiento, se puede entender pero no justificar, la candidatura de Cuauhtémoc Blanco al gobierno de Morelos por Morena. Lo anterior, ilustra es su máxima expresión lo que llamaré un derroche de pragmatismo político. Es decir, tomar “prestadas” algunas personas de la sociedad civil que tengan cierto reconocimiento público para garantizar una copiosa votación. Al parecer eso es lo más rentable antes que crear las condiciones necesarias que hagan posible el surgimiento de liderazgos políticos formales.
Tomando en cuenta lo anterior, se pueden entender de mejor manera las condiciones por las cuales el Partido de la Revolución Democrática (PRD) postuló a la ganadora del certamen Operación Triunfo al Senado de la República.
En el marco del pragmatismo y la posible rentabilidad, Darina Márquez Uribe, dejó fuera de la contienda a políticos profesionales como José Guadarrama Márquez y Francisco Xavier Berganza.
Más allá del perfil personal de Márquez Uribe, lo que está dentro del debate es la marcada crisis dentro del PRD estatal. Ese partido fue incapaz de generar los consensos necesarios para presentar una candidatura propia al Senado. Cuesta mucho trabajo entender que el PRD postule a una persona sin la menor preparación política.
Es muy atrevido que un partido político nacional con la estructura del PRD sea capaz de postular un perfil como el de Márquez Uribe, para (en caso de ganar la elección) hacerle frente a los grandes retos nacionales que tiene México. Para concluir, vale la pena enfatizar que los otros postulantes (Guadarrama y Berganza) tampoco representan las ofertas políticas más adecuadas. Por el contrario, su pasado obscuro en la política local los descalifica
Por tanto, hay dos consideraciones muy evidentes. La primera es que el PRD desestimó la candidatura al Senado por Hidalgo postulando a una persona sin formación política; o bien, existen intereses muy específicos para que el PRD local se termine por desintegrar dentro de su maraña interna. Eso, con la intensión de favorecer a otros actores políticos.
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