Tehuacán. El arqueólogo y maestro en semiótica, Martín Cuitzeo Domínguez Núñez, afirmó que en Tehuacán se tienen indicios sólidos de conocimientos astronómicos muy antiguos y avanzados que se remontan a la época prehispánica, por lo que ya se ha iniciado una investigación seria y profunda al respecto.

Lo anterior, luego del hallazgo de un agujero vertical de aproximadamente 3 metros de profundidad y 80 centímetros de ancho, localizado al noroeste de la Zona Arqueológica de La Mesa, en el cual los antiguos habitantes de esta región utilizaban como observatorio para registrar el paso del sol por el cenital.

El investigador reveló que los primeros resultados del fenómeno que ocurre en los meses de marzo y octubre, en el pozo ubicado en el cerro conocido como “El Mogote”, han sido presentados en diversos congresos y en encuentros internos del Departamento de Estudios Arqueológicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Por su parte, la maestra en historia y doctora en arqueología, Noemi Castillo Tejero, directora del Proyecto Arqueológico Sur del Estado de Puebla Área Central Popoloca, explicó que se denomina cenital al paso del sol de forma vertical por el meridiano de un lugar, cerca del mediodía de ciertas fechas, en que el sol no proyecta sombra, lo cual ocurre sólo en ciertos sitios y ciertas estructuras arquitectónicas.

Es así que además del denominado Tehuacán Viejo, sólo en algunos otros sitios del México prehispánico se pueden observar eventos astronómicos, sobre todo de carácter solar, relacionados con los ciclos agrícolas y el calendario antiguo, entre ellos, Teotihuacan, Malinalco y Tetzcotzinco, en el Estado de México, así como Chi Chen Itza, en Yucatán; Alta Vista, en Zacatecas y Cañada de la Virgen, en Guanajuato.

Abundó que el Universo era concebido por el habitante del México prehispánico como un mundo dividido en diferentes estratos, consideraba que existían 13 niveles en el cielo y 9 debajo de la tierra.

Agregó que en el México prehispánico la superficie terrestre se dividía en cuatro segmentos y un centro, cada rumbo del Universo tenía asignado un signo calendárico, un color, un significado y un árbol por el que descendían el tiempo y los días.

Asimismo, en el México antiguo existían básicamente dos tipos de calendario: el de 365 días o Xiuhpohualli (calendario del sol o del fuego) y el de 260 días y de carácter adivinatorio, cuyo significado tiene que ver con la fuerza o tonalli que daba el nacer en un día específico.

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