Estamos por cumplir 12 meses inmersos en una pandemia que nos ha sacudido en todos los aspectos. Hemos visto desmoronarse lentamente cada uno de nuestros sueños, proyectos y formas de vida para dar paso a una etapa de adaptación que no admite réplica, tan solo resiliencia.

La incertidumbre se sentó a nuestras mesas para ocupar un lugar del que pocas ganas tiene de irse, platicamos con ella e intentamos convencerla para que no afecte más nuestros centros neurálgicos, pero con firmeza se niega, alegando que no depende de nosotros su partida, sin embargo, nos alienta a buscar alternativas para echarnos a cuestas un año más que promete en la medida en que le hagamos frente.

Sin duda, el factor económico es uno de nuestros principales desvelos. Para muchos el crecimiento es lento, para otros se encuentra totalmente estancado y para algunos más, las deudas acumuladas siguen incrementando la ansiedad. 2021 puede ser el año en que organicemos nuestra economía partiendo del elemento crisis. Decía Norman Foster: “La crisis te obliga a hacer más con menos. Algunos de los mejores proyectos surgen de las mayores dificultades”.

Desde que llegó la pandemia, hemos perdido empleos y la economía se pulverizó. Más allá de culpar a nuestro presidente de las malas decisiones que tomó para enfrentarla, del nulo apoyo gubernamental para las PYMES y del desangramiento que hemos vivido para “hacerle como podamos” es necesario hacer conciencia de las malas decisiones que también hemos tomado nosotros mismos, derivadas, por supuesto, de una paupérrima educación que no nos permite asirnos de los conocimientos mínimos para equilibrar nuestra economía. El año pasado, nos obligó a cambiar nuestros estilos de vida para enfrentar, primero la salud, y luego solventar las necesidades básicas de subsistencia con mucho menos de lo que estábamos acostumbrados ¡pero lo vencimos! Es momento ahora de capitalizar ese aprendizaje y prepararnos con esa experiencia hacia el futuro.

Uno de los grandes tropiezos a los que nos enfrentamos todos los días es a las deudas. Un propósito de año nuevo sería no adquirirlas o, al menos, no incrementarlas más. Los factores que generan deuda son múltiples y existen deudas fructíferas y de gran impacto a futuro, cuando se saben manejar, pero no me refiero a esas, sino a las del día a día que se adquieren para pagar temas superfluos, bienes que no necesitamos o que no podemos permitirnos y que nos quitan movilidad para lo realmente importante. ¿No le parece absurdo, estimado lector, que en el año de mayor constricción económica hayan aumentado las deudas, en este rubro, alarmantemente?

Y antes de haber colocado en la lista de los propósitos para el 2021, hacer ejercicio, o dejar de fumar, que no lo minimizo en absoluto, deberíamos modificarla para que el segundo lugar, después de haber aniquilado la deuda, lo tome el ahorro. No importa la cantidad que destine para alimentar al cochinito, lo que realmente importa es la constancia con que lo haga, recuerde que “un peso ahorrado es un peso ganado” Dele valor a esa moneda y póngala en resguardo hasta que poco a poco el hábito se vaya formando.

Lo invito, estimado lector a que nos tomemos en serio el tema y hagamos el ejercicio en el 2021, primero de liquidar las deudas, por supuesto, sin adquirir más, y después a practicar el ahorro. Todos esperamos tiempos mejores y ¡vendrán!, por lo pronto los vecinos del norte nos están dando muestra de ello. Le aseguro que, sin el enorme peso de la deuda, la vida se verá diferente y hasta tendremos mejor ánimo para escuchar las mañaneras de López con una enorme y jocosa sonrisa.

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