La mitología griega nos describe como Hades y Zeus castigaron a Sísifo (después de varias acciones provocadoras) con subir una pesada piedra en una montaña elevada, en cuanto estuviera a punto de llegar la misma caería hacia el valle, teniendo que repetir la acción eternamente.

Camus usa esta descripción para analizar el absurdo, que para él era aceptar la contradicción entre razón y deseo en un mundo irracional (lo apolíneo y lo dionisiaco según Nietzsche). En reflexiones anteriores nos acercamos a la expresión de la existencia y del ser trágico, estos aspectos se complementan con el análisis que lleva a cabo el exponente de ese existencialista humanista que es Albert Camus.

Al abordar la contradicción entre deseo y razón el autor nos invita a vivirla y aceptar los límites de la razón sin inventarnos esperanzas. En cambio, el absurdo no debe ser aceptado sin confrontarlo en constante rebeldía (de ahí otra obra suya “el hombre rebelde”), ahí es donde emerge la libertad.

Para Camus, Sísifo es el héroe del absurdo, que por vivir plenamente y detestar la muerte es condenado a realizar esa labor inútil. Esa metáfora de la absurda tarea de Sísifo es presentada como la metáfora de la vida moderna, la mayoría de los trabajos que se desempeñan en la sociedad son absurdos, mecánicas repeticiones de lo mismo, esto puede llegar a ser trágico cuando en algunas ocasiones hacemos consciencia de ello.

La tragedia para Camus es ese momento en que Sísifo desciende para comenzar de nueva con la carga de subir la piedra, qué está pensando, se sabe sin esperanza en ese destino. Su opción es el desprecio.

El hacernos consientes de nuestra existencia y de las acciones que llevamos a cabo en la misma, es el primer momento liberador; sin embargo, viene acompañado de un elemento trágico cuando hacemos patente nuestra realidad sinsentido.

Para Camus “reconocer la verdad es la forma de conquistarla”, Sísifo es ese ser absurdo, que continua con su labor sinsentido. Cuando Sísifo reconoce lo inútil de su tarea, además de entender que su destino no cambiará, se libera al reconocer lo absurdo de su condición, sobre todo por tener la certeza de ese destino; paradójicamente se libera al hacerse consiente.

Camus concluye que al llega al estado de aceptación, en este punto “todo está bien y hay que imaginarse a Sísifo feliz”.

Como podemos apreciar, este ejercicio filosófico de revisión del ser (ontológico) y de los fines (teleológico) de la existencia que hace Camus, nos proyecta en ese sinsentido de muchas de las acciones que llevamos a cabo en la vida, algunos sucesos que carecen de racionalidad, de causa-efecto y que pasan sin que podamos intervenir en su aparición, aunque padezcamos sus consecuencias.

Al ser un humanista, Camus le apostará al otro elemento filosófico de la reflexión, el valor (axiológico). Le da la opción del des(sin) precio, a lo que le toca como destino a Sísifo. El valor que le asignamos a las acciones y consecuencias parte de nosotros, de tal suerte que se nos presentan dos posibilidades: la primera es negarnos a hacer conciencia de la realidad y simplemente la padecemos o la segunda, la reconocemos y la aceptamos en su condición y justa medida, con lo cual nos liberamos. Además, de que, al identificar un destino insoslayable, tenemos la opción de no asignarle valor para aspirar a esa felicidad con la que deja a Sísifo el propio Camus al final de su reflexión.

No olvidar otras opciones, como la que le da nombre a esta sección de escritura, el hedonismo, no solo vivimos para sufrir o padecer, pero la felicidad no es una meta, en la mayoría de los casos son los instantes que sabemos apreciar en el momento en que se nos presentan y que también nos dan la fuerza para tolerar ese destino.

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