El devenir en su concepción inicial, acorde al diccionario de la real academia se entiende como “llegar a ser”, filosóficamente es “la realidad entendida como proceso o cambio continuo” y “proceso mediante el cual algo se hace o llega a ser”. El filósofo presocrático Heráclito de Éfeso planteó la premisa de que “todo fluye”, su clásica expresión de que nadie se baña dos veces en el mismo río, porque no es el mismo río ni se es la misma persona. El fuego es el origen y el fin y da cuenta del cambio constante que tenemos en todas las cosas.

Resulta paradójico el que como seres humanos lleguemos a sentir angustia por el cambio, si en todo momento estamos en una transformación. El pasado ya fue, el fututo aún no llega y el presente lo vivimos pensando hacia atrás y hacia adelante, muchas veces sin vivir el presente, pero ese presente se va convirtiendo en pasado y alcanzando el futuro.

El tiempo es el que hace que en su transcurso todo cambie de manera que se genere, se transforme o se convierta en algo. Se puede ser y/o dejar de ser. La ansiedad o angustia por esa posibilidad es parte de la naturaleza humana. Desde los presocráticos hasta nuestros tiempos la reflexión de este tema nos lleva a la confrontación constante de los contrarios.

Como una meta, sabiendo la temporalidad mundana, el llega a ser es una expectativa que se fija en función de los valores y la determinación de la esencia de lo que consideramos nuestro ser y nuestros fines. Las tendencias por la comercialización de la imagen y estereotipos que no abonan a la búsqueda axiológica de la mejor versión de nosotros mismos sino a lo de dictan estándares que tienden a la frivolidad o el sinsentido. Lamentablemente el actuar sin el darse el tiempo a la reflexión hace que muchas acciones se normalicen y esas metas ni siquiera se fijen.

Al hablar del devenir hay que tener presente dos situaciones, por un lado la importancia de fijarnos metas y reconocernos en lo que somos y lo que queremos ser (sin que esto implique un cambio sustancial, incluso a veces más bien la confirmación de lo que debemos conservar); este tipo de reflexión no es nada fácil porque implica hacer consciencia de lo que somos y al vernos en el espejo no siempre nos gusta lo que vemos, esa posibilidad de reconocer y cambiar no es un proceso fácil; por otra parte, el temor de la incertidumbre, del constante movimiento, hace que se caiga en la angustia y el sincontrol.

Darnos cuenta de que esta reflexión lleve siglos puede abonar a no evadirla y darnos la oportunidad de entender que las metas se deben fijar con base en valores, de lo contrario su búsqueda y/o concreción nos llevará a la insatisfacción permanente; de igual manera el temor al cambio no deja de ser un artificio, reconocer que desde el aspecto biológico nuestro metabolismo es un morir y renacer constante de nuestras células; el cambio aunque parezca sutil está latente en nuestras vidas, el no verlo solo nos causa incertidumbre.

La invitación es a hacer patente la realidad de la naturaleza, reconocer e identificar las oportunidades que nos permite el cambio y no dejarnos abatir por lo que, ante la falta de reconocimiento, deviene en incertidumbre, miedo e insatisfacción. Recordemos, la vida es tan sencilla, que en nosotros está el hacerla complicada.  Sin resignación aceptemos y podremos apreciar la posibilidad que nos brinda este reconocimiento.

Twitter @TPDI

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here