Vamos a necesitar de mucha ciencia e inteligencia para no sucumbir ante el cambio climático, este fenómeno tan extremo, que en cada estación del año recrudece más y que, sin embargo, hay gente como Donald Trump con capacidad de decisión política e influencia económica y empresarial que niega su existencia.

El cambio climático vive ya un manoseo político convertido en moneda de chantaje entre potencias: recientemente China, a colación de la crisis desatada por Taiwán, ante la visita de Nancy Pelosi, decidió romper sus lazos de cooperación con Estados Unidos en el rubro de justicia, asuntos militares y por supuesto, cambio climático.

Los dos máximos emisores de CO2 en el mundo como son China y Estados Unidos tienen un diálogo empantanado en un tema tan altamente sensible y como si no fuese prioritario.

De acuerdo con Clima Trade, China al año emite en promedio 10 mil 065 millones de toneladas de carbono y Estados Unidos, 5 mil 416 millones de toneladas del mismo gas.

Lo militar domina el panorama porque en parte moviliza los intereses económicos y empresariales de grandes y poderosos corporativos como Northrop Grumman, Lockheed Martin Corporation, BAE Systems, Boing y Raytheon. Lo del cambio climático, esa conciencia verde, no termina de despegar en una población a nivel mundial sumida en resolver su problemática cotidiana y que responde al medioambiente en la medida que las regulaciones a su alrededor obligan a una postura de mayor responsabilidad.

Y entre una y otra postura, lo que no puede esconderse ni negarse es que los fenómenos meteorológicos y el clima empeoran. Mientras en México hay trombas impresionantes provocando graves inundaciones, hace unos días en la Unión Americana, el Parque Nacional del Valle de la Muerte, experimentó una fortísima lluvia que en tres horas descargó el equivalente a un año de lluvia.

En Europa, el calor, la sequía extrema y los incendios forestales –unos por la misma maleza seca y otros provocados– han sumido al continente en un verano literalmente infernal con ciudades desde el norte hasta el sur del territorio con temperaturas promedio de 40 grados.

Las padecen los seres humanos, la vegetación y los animales.

Todo se ha sumado en contra: la sequía mantiene los mantos acuíferos en un 39.2% es el nivel más bajo desde 1995. En España, ya hay varias ciudades con restricciones y racionamiento de agua con comunidades autónomas afectadas como pasa en Galicia, Andalucía y Cataluña. En Galicia, los ayuntamientos de Pontecaldelas, Poio, Bueu y Sanxenxo entre otros llevan días con recortes en los grifos que podrían extenderse a cortes nocturnos. Pero hay otros municipios afectados también al interior de Orense.

La misma situación en Cataluña con limitaciones de agua en 150 municipios y en Andalucía, los embalses están al 30% de su capacidad; la situación es dramática con restricciones en el consumo de agua desde Huelva a Córdoba; y en Málaga, el embalse de la Viñuela está al 12% de su capacidad.

Si el futuro del clima en España dejará, como vienen alertando los expertos para la región del Mediterráneo, o mucho calor o mucho frío es menester tomar acciones urgentes para prevenir y para mitigar.

Las acciones como país y como parte de la Unión Europea (UE) requieren de mucha voluntad. Si los Veintisiete miembros del club europeo pueden ponerse de acuerdo para cortar la dependencia del gas y del petróleo ruso, también pueden hacerlo no solo para acelerar la transición hacia las emisiones cero hablamos del agua, del vital líquido, cuya deficiencia y disponibilidad en este estío no solo tiene a España contra la pared, lo mismo sucede en Francia y hasta Alemania reporta que los caudales de sus ríos están bajísimos.

A COLACIÓN

Las denominadas piedras del hambre (colocadas en diversos ríos en los siglos XV-XVII) para advertir de lo bajo del caudal han vuelto a verse en los ríos Elba y en el Rín. Hay partes que podrían cerrarse para la navegación ante la insólita situación.

Las decisiones en Europa deberían tomarse con mayor rapidez. El panorama es incierto y la ciudadanía solo asume las decisiones de sus respectivas autoridades: el otoño y el invierno, con racionamientos eléctricos y en algunas partes con racionamiento en el uso del agua.

La disponibilidad de los recursos siempre ha sido limitada en Europa por eso su histórico ímpetu de salir hacia el océano en busca de la diversificación y del dominio.

Pero ese fue el pasado, el futuro no pinta nada bien. La ciencia y la tecnología deben ser impulsadas para encontrar esa vacuna que evite una tragedia por falta de agua en un continente urgido por reducir sus vulnerabilidades. El cambio climático llegó para quedarse debe combatirse con resiliencia e ingenio.

Si las alteraciones medioambientales llevarán a la sociedad a adquirir nuevos hábitos, la población debe ser parte activa de las acciones para prevenir y mitigar. Si no, todo estará perdido.

 

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