Estamos ante la presencia de los estertores de un régimen que, encaminado a la
destrucción, se mira destruyéndose a sí mismo.
Las intenciones y deseos del Presidente López Obrador son destruir todo lo que se haya
interpuesto en su obsesiva ambición de ostentar el máximo poder del país.
Eliminó la Casa de Los Pinos, el Estado Mayor y el avión presidencial, que le permitieron
hacer de ello un grotesco espectáculo, pero también se deshizo de una enorme cantidad
de organismos e instituciones que trabajaban para la sociedad a través de estructuras
subsidiarias del gobierno, como el INDESOL, el INEE, ProMéxico y otras 70 más.
Fondos, fideicomisos y demás figuras económicas que daban sustento a actividades diversas desaparecieron, sin enterar el destino de los dineros.
Los intentos por acabar con el INE, el INAI y el Poder Judicial, han logrado socavar sus
actuares, normalizando irregularidades y dejando cientos de expedientes sin concluir a
causa de la disminución de recursos o por la excesiva presión desde el Palacio Nacional.
Con un par de frases, se visualiza la autosentida destrucción de la cuarta transformación:
la primera, la que el presidente, en el supuesto uso de sus facultades mentales, expresa
que en el país ya hay menos violencia, aunque se hayan incrementado los homicidios.
¿Cómo? ¿Acaso después de los abrazos ahora el crimen mata a besos? ¿No es inherente la
violencia a la acción de quitarle la vida a alguien? Hay que estar muy obnubilado para
tratar de establecer algo positivo en esa afirmación.
La otra es la que la candidata oficialista se atrevió a manifestar, al decir que su triunfo es
tan natural que la elección del 2 de junio será un “mero trámite”, rebajando al INE y al
trabajo y la dedicación de millones de mexicanos como meros sirvientes del régimen que
busca “la continuidad”.
Podríamos sumar a esto, la iracunda reacción del jefe del Ejecutivo ante la constante labor
de exhibición de corruptelas del gobierno y sus funcionarios por parte del organismo
Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, del cual es directora la doctora María
Amparo Casar, que derivó en la terrible exposición de información privada y datos
personales de la señora Casar y sus familiares.
Estos arrebatos, emanados de la desesperación por ver al país entusiasmado en favor de
la candidata de una oposición responsable y patriota, son resultados naturales de una
reacción descontrolada, carente de sentido común, de consciencia, de decoro y de higiene
política.
Las reacciones de condena en todos los sectores del país, a excepción de los que son
afines y dedicados al régimen, evidencian la debacle de la 4T, y el Presidente y su
candidata, ante tal realidad, estallan en incongruencias, a escasos 20 días de la elección
más importante en la historia del país.
Ante todo lo destruido, los mexicanos debemos aportar nuestro grano de arena, o más
bien un costal de ella, y acudir a votar, hacernos partícipes del movimiento que se
necesita para reposicionar a la nación en el sendero del progreso, de la paz, de la salud y
del bienestar auténtico.
*Es Candidato a Diputado Federal del PAN.