En su libro: “FASCISMO. Una advertencia”, Albright destaca su actividad en la vicepresidencia de la NDI:

“El Instituto Nacional Demócrata para los Asuntos Internacionales NDI hace especial hincapié en que la democracia no se reduce a la elección de un representante político por la vía de las urnas. Esto es esencial pero no basta. De hecho, no hay error más común que el dar por sentado que quien gana las elecciones está legitimado para hacer lo que le plazca. En una democracia realmente asentada se respeta la voluntad de la mayoría, pero también los derechos de la minoría: dos condiciones que van inextricablemente unidas. Este hecho implica que el individuo ha de estar siempre protegido por la Constitución, aun cuando no resulte beneficioso para el partido en el poder.”[2]

 

Relevante y premonitoria la afirmación anterior, en el populismo actual (de derecha y de izquierda) se dan los excesos de apabullar con la mayoría otorgada en las urnas y despreciar los procesos de discusión y diálogo en las propuestas de modificación legislativa, estos escenarios solo devalúan la legitimidad al dejar pasar la oportunidad de convencer con la fuerza de los argumentos y no solo el uso de la simple mayoría.

“Mussolini observó en una ocasión que, cuando se trata de acumular poder, lo mejor es hacerlo como quien despluma un pollo —pluma por pluma—, de manera que cada uno de los graznidos ser perciba aislado respecto de los demás y el proceso entero sea tan silencioso como sea posible.”

El debilitamiento de los pesos y contrapesos, la anulación de espacios de discusión plural, la desaparición de instituciones y el constante golpeteo a quienes se atreven a disentir y tratar de generar debate, es una constante en las formas de gobernar que dinamitan el camino para quienes pretendan relevar a quienes lograron acceder al poder. La contradicción es que muchas de las exigencias de instancias y actitudes que se exigen siendo oposición, se destruyen en cuanto se tienen las riendas del poder, sin dejar de usar el discurso de la legitimidad de esa mayoría que se usa como cheque en blanco.

“Primo Levi afirmaba también que a ese punto crítico se puede llegar de muchas maneras “y no necesariamente a través del temor de la intimidación policiaca, sino negando o distorsionando la información, contaminando la justicia, paralizando la educación y defendiendo de modos muy sutiles la nostalgia de un mundo en el que reinaba el soberano orden.”

Como reglas del “librito” que como lastre dejaron los gobiernos fascistas de Alemania e Italia, se sigue el camino de captar la pluralidad informativa, los contrapesos del poder judicial y la forma en que se enseña a las nuevas generaciones. 

“Existen dos tipos de fascistas: los que dan órdenes y los que las acatan. El apoyo popular da al fascismo las piernas que necesita para caminar, los pulmones de los que se sirve para proclamar y la musculatura de la que depende para amenazar; pero eso en todo sería el fascismo de cuello para abajo. Si se quiere sembrar la tiranía sirviéndose de los miedos y esperanzas del ciudadano promedio, se necesita dinero y, también, ambición e ideas perversas. Es la combinación lo que letal. Si no hubieran contado con gente acaudalada que los apoyara, probablemente no habríamos oído hablar nunca de los cabos Mussolini y Hitler. En ausencia de su obligación de dominar a toda costa, ninguno de los dos habría causado el daño que hizo.”

En la historia de la humanidad, siempre que veamos momentos atroces detrás estará el poder fáctico de los grupos de interés económico sin escrúpulos, sin ética y cuya cohesión es el mero pragmatismo en favor de sus intereses.

“La mayoría de los movimientos políticos de un tamaño apreciable son populistas en algún sentido, pero eso no los convierte en fascistas o en intolerantes. Lo que convierte un movimiento en fascista no es la ideología, sino su disposición a hacer todo lo que sea preciso –utilizando incluso la fuerza y pisoteando los derechos de los demás—para imponerse y exigir a los demás.”

Ejemplos de gobiernos populares, cuyos líderes concluyen sus encargos y se retiran con su legitimidad al espacio de la autoridad moral, los tenemos como en Uruguay con personas como Mujica, así que no debemos confundir estas características. En la próxima y última reflexión de esta obra veremos la pesadilla que plantea la autora.

X @TPDI

Profesora Investigadora UAM Cuajimalpa. @uamcuajimalpa, @Yo_SoyUAM

[1] Profesora Investigadora Titular C de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa. Catedrática de Licenciatura y Posgrado en la Facultad de Derecho UNAM.

[2] Para profundizar consultar: Albright, Madeleine. FASCISMO. Una advertencia, PAIDÖS, México, 2020.  Las citas son de esa fuente.

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