En medio de la criminalización a la migración, de la xenofobia que se extiende a través del eslogan “Make America Great Again”, todo, absolutamente todo, está en focos rojos: los derechos humanos, la paz, la economía y, cómo no, la arquitectura también.

En este empedrado contexto persisten (a este ritmo quién sabe cuánto más) proyectos de difusión y premiación a la arquitectura y a sus creadores, fortines ajenos a discursos de odio que se propaga rápidamente, que absorben cada vez más instituciones y organismos, que carcomen el legado y la pluriculturalidad de un país que se hizo a base de quienes hoy son expulsados. El American Institute of Architecture (AIA) corre quizá temeroso, no está, al menos por ahora, en la mira de Trump, entre sus perversos planes de sabotaje a un país al que promete “rescatar”.

Para la edición de este año el AIA nombró miembros honoríficos a 10 arquitectas y arquitectos, todos ellos extranjeros, y lo que hasta hace unas ediciones parecía normal es ahora extraordinario, un escape de las redes del autoritarismo, del miedo constante y creciente que sufre ya no solo en quien vive al día y sufre el rechazo social, sino que de instituciones y estados del país norteamericano que han perdido batallas legales que defienden su autonomía y autoridad.

Entre estos 10 reconocimientos se encuentran el de Tatiana Bilbao y el de Michel Rojkind, ambos mexicanos y cuya obra es celebrada nacional e internacionalmente. El mensaje del AIA es claro, honrar a contribuciones significativas en el ámbito de la arquitectura, algo en esencia aplaudible y deseable, sin embargo, ¿cuánto tardará en que esto cambié al gusto y capricho de quien hasta ahora ha hecho y deshecho todo a su favor? Recordemos que hace unos meses Trump firmó un decreto para que los edificios federales se conciban con una arquitectura “bonita”, una arquitectura “regional, tradicional y neoclásica”, una pieza más dentro del engranaje de hacer a Estados Unidos el monopolio de quien, con o sin presidencia, tiene un poder indiscriminado y límites aún desconocidos.

Para Rojkind este reconocimiento resuena aún más en tiempos de caos y odio, tiempos en donde la diferencia merece exclusión; celebra que haya espacios para la difusión de posturas arquitectónicas, de maneras de entender y ejercer el oficio, mismo que no depende de límites ni de fronteras para su interpretación y análisis.

Así como a Estados Unidos, nacionalidades de todo tipo componen el galardón del AIA, un reconocimiento que busca las mejores propuestas arquitectónicas del mundo acorde su contexto. Esta no es la primera vez que arquitectos mexicanos son reconocidos, en la lista de miembros honoríficos también se encuentran Bernardo Gómez Pimienta, Enrique Norten, Juan Sordo Madaleno y otros más. También es cierto que no son pocos los arquitectos mexicanos impartiendo clases en Estados Unidos, Yale, Columbia y Harvard acompañan la lista, escuelas que por ejemplo esta última, Harvard, se ha visto en apuros por las imposiciones legales del gobierno de Trump, no matricular estudiantes extranjeros y la cancelación de fondos federales enlistan las principales.

Si bien uno de los objetivos de la arquitectura es dar cobijo a quien interactúa en ella, organismos que celebren su sentido humano pueden, sin lugar a duda, alterarse a favor del deseo del presidente norteamericano en turno, exaltando más bien obras que reflejen el terror, el castigo, la discriminación y el odio, tal y como su más reciente creación “Alligator Alcatraz”, un centro de detención migrante que materializa las más retorcidas intenciones de Trump. ¿Cumplirán acaso estas prisiones federales con la arquitectura “bonita” que pretende el presidente o, tratándose de “enemigos extranjeros”, la arquitectura será todo menos para el confort humano? Nada descabellado para un descabellado.

 

IG: jp.arquitextos

Correo: jp.arquitextos@hotmail.com

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