La luz al final del túnel llegó: ya no más debates ni análisis innecesarios de las tres propuestas de cada candidato (o menos, según el caso) ni estar escuchando las misas acusaciones recicladas de los unos contra los otros. Porque casi desde el inicio de la campaña hemos escuchado lo mismo: no sabemos de qué vive Andrés Manuel, Meade fue cómplice de la estafa maestra, México es, junto con Venezuela, el único país donde no pasó nada con el escándalo Odebrecht, Anaya es parte de una red de lavado de dinero donde revendió una bodega ganando cinco veces su inversión, El Bronco les cortará las manos a los que roben, AMLO quiere perdonar a los criminales y un reiterativo etcétera. Cada comercial, cada mesa de análisis, una monótona repetición de los mismos argumentos. Lo peor del caso es que ninguno de estos democráticos ejercicios parece incidir mayormente en una decisión que ya parece tomada.

Pero para distraernos de este golpeteo incesante, llegó el futbol. La Copa del Mundo de Rusia llegó para cambiarnos el chip: pasaremos del análisis de los ataques al análisis de los goles y los penaltis. Y para bien o para mal, esto le quitará reflectores a la elección presidencial. Si bien el presidente Peña Nieto ya advirtió que si México pierde sus compromisos futboleros y es eliminado antes del mítico “quinto partido” los mexicanos votarán por “ya saben quién”, podemos ser escépticos con estas predicciones.

Porque lo cierto es que, a pesar de las encuestas, muchos potenciales electores realmente no dicen por quién van a votar en realidad, lo que en términos estadísticos se suma a los problemas metodológicos que generan el “margen de error”. Y en ello sí interviene el fútbol. ¿Cuántos de los encuestados manifestaron su punto de vista sólo porque les preguntaron? Es decir, una cosa es que te entrevisten telefónicamente o en la calle y otra muy diferente levantarse de la cama el domingo 1 de julio, hacer a un lado dos partidos de octavos de final, dejar la reunión de amigos, salir a la calle (si el día es lluvioso se suma un factor adicional) y formarse media hora en la fila para votar seis veces.

No obstante, debemos creer que esta visión fatalista no sea más que una posibilidad remota o exagerada. La verdad es que nunca, ningún evento político había levantado el interés de la presente elección. Nunca antes la política había sido tema de conversación en el transporte público, en la casa, en el trabajo. Nunca un debate político había tenido un rating que lo hiciera competir con el final de una telenovela.

Pero que el mundial le quitará atención a la parte crítica del proceso electoral es un hecho. Esperamos que se pueda disfrutar de un espectáculo deportivo y a la vez, ejercer un derecho fundamental para la vida del país. Y para su futuro.

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