Todos tenemos la convicción de que las medicinas tienen que ser amargas y, por ende, desagradables. Lo aceptamos en función a sus beneficios y del hecho lógico de que los estragos de la enfermedad pueden ser devastadores. Sin embargo, un proverbio muy conocido nos advierte de aquellos remedios que resultan peores que la enfermedad. Cortar el suministro de gasolina en los oleoductos para dejar sin botín a los huachicoleros es una medicina que está resultando muy difícil de tragar. Y al momento, más desagradable que el saqueo a Pemex.

Porque lo cierto es que la ordeña de los tubos había pasado inadvertida para el común de las personas. Sólo las finanzas de la paraestatal reflejaban las millonarias pérdidas causadas por el robo de combustible. Y en el sexenio de Enrique Peña Nieto se dispararon al punto que han puesto en peligro la operación de la petrolera. En la pasada administración federal este delito aumentó del orden de un 400 por ciento. El robo de carburante subió de 7 mil 400 millones de pesos en 2012 a 30 mil millones de pesos en 2017. El monto de lo robado en los primeros cinco años del sexenio que acabó, supera los 70 mil millones de pesos. Las tomas clandestinas se quintuplicaron.

En un círculo vicioso que acrecienta el problema, las enormes ganancias de este saqueo fortalecieron económicamente a las bandas de huachicoleros, cuya influencia permeó en las estructuras policiacas, contaminando a las autoridades municipales y llegando a corromper a sectores muy amplios de las poblaciones involucradas, cuyos habitantes, aún los niños, se incorporaron al robo de combustible. Pemex también detectó gasolineras que disminuían su consumo, presuntamente por adquirir gasolina robada.

Por poner un ejemplo, en el estado de Puebla ha sido denunciado el encubrimiento de las bandas de saqueadores de gasolina por policías y hasta por personal de Petróleos Mexicanos. En diferentes municipios cercanos a la capital poblana, tales como Amozoc, Huejotzingo y Texmelucan, han sido detenidos policías coludidos con huachicoleros.

En el caso de San Martín Texmelucan, a escasos 40 kilómetros al norte de la capital poblana, a mediados de 2018 fueron detenidos 117 uniformados, de los cuales 113 no eran verdaderos policías, sino personas que se hacían pasar por tales, trabajando para las bandas de huachicoleros. En las instalaciones de la policía municipal fueron hallados autos con reporte de robo y gasolina robada.

Este simple botón de muestra nos da un atisbo de la magnitud del problema. Y la necesidad por parte del gobierno federal de combatir con toda energía el saqueo que ha sufrido Pemex. No obstante, implementar una estrategia eficaz de combate es tan importante como las ganas y la necesidad de frenar el robo de hidrocarburo. Lo cierto es que hoy la escasez de combustible que se vive en 11 estados de la República Mexicana está generando una impresión negativa para esta iniciativa que pretende golpear al huachicol, pero que en primera instancia está pegando al consumidor primario, a la industria del transporte y a la economía en general.

Para el ciudadano común, la medicina está resultando peor que la enfermedad. Lo cierto es que no todos saben la magnitud de ese cáncer llamado huachicoleo.

El remedio y la enfermedad

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