Pues les cuento… que cuando me había decidido continuar haciendo observaciones a la problemática social y no precisamente en el sentido valoral. Me enfrentó a una circunstancia importantísima que me invitó a hacer un alto, pero no a olvidar. Y me refiero a la época más bella del año… La de navidad y el fin de un maravilloso 2019.

Por lo que opté por compartirles un presente… consistente en un acto inmerso en un mundo de real… irrealidad. Y explico, simplemente, porque es el triunfo del dar frente al recibir; del solo para mí, al compartir; o de la bondad al egoísmo Porque cuando regalamos, lo hacemos con amor y emoción, lo que de alguna manera y en una dimensión que no es física, estamos ofreciendo una parte de nosotros mismos. Que, si pudiéramos dimensionarlo, este representaría quizá apenas el cinco por ciento de sustancia física, y en contraparte un noventa y cinco por ciento de espiritualidad, energía y… magia.

Ahora bien, es en esta época navideña en la que un obsequio es la representación misma de la felicidad, generosidad, reconocimiento y agradecimiento por existir y permitirnos estar cerca de la persona a quien se lo otorgamos. Además de que es una manera de decir: aquí estoy… tal cual soy… con mi mente, fortaleza y vida… con mi ser… con mi existencia… con mi corazón y alma que llega a sufrir por no saber expresar lo que quiere decir y que por consecuencia misma, muchas veces no se le llega a entender. Pero como por todos es sabido, en esta época del año, ese detalle comúnmente llamado regalo, es una especie de confesión íntima que manifiesta la dimensión de lo que sentimos. Pues complementa cabalmente las palabras, los gestos y las miradas que implican un universo que, si se ofrecieran cada una por separado, serían insuficientes para dar conocer lo que se siente.

Por ello, siempre he considerado que los regalos más expresivos, hermosos y sentidos, son los más sencillos e inmersos en ese nebuloso mundo, pero real que representa la parte más íntima de nuestra personalidad. Misma que muchos de nosotros hemos sido incapaces para determinarlos en suficiencia.

Y al hablar de regalos en familia, es más que claro que los detalles sin importar el momento o la fecha comercial o mercantil, no son producto de un acto condicionado u obligado, sino un medio de comunicación espontáneo con un gran significado, muy superior al de todos los días.

Por tanto, a ese acto maravilloso y bello de dar en o fuera de familia, generador de ilusiones, ratificador de sueños y generador de emociones que, en algunos casos pareciera un gasto superfluo, innecesario, y sin sentido. No es tal, pues nos asegura que no somos una sombra o un ladrillo más en la pared, sino seres humanos especiales por ser amados, considerados, recordados y presentes en la vida de todos aquellos que nos aman o que simplemente saben existimos en su vida.

Por lo que un regalo según mi percepción, es una manifestación mágica y de conexión espiritual que se presenta de una y mil formas, sin embargo, ninguna tiene más valor que otra, porque los sentimientos como el amor, la solidaridad, la ternura y el dar emociones. Se convierten en acciones físico-espirituales, que son imposibles para otorgarles un valor o un precio que no sea más allá, del extraordinario e ilimitado “por el placer de dar”.

Cómo no recordar en nuestras distintas etapas de vida, todo aquello que nos ofrecían desde nuestros padres, abuelos, tíos, padrinos, quienes nos prodigaban desde en apariencia un simple beso, la corcholata que volaba, la paleta inesperada por una buena calificación o por lo que fuera, El precio no representaba lo mejor (aunque de cualquier forma, a veces era mejor recibido, jijiji), pues cualquier obsequio ostentoso ahora sé, sólo representa la capacidad económica para adquirirlo, aunque el sentimiento sea el mismo. Y si de presentes y regalos de nuestros amigos hablamos, esos también eran detalles maravillosos pues una palabra sincera y desprejuiciada; el zape para desa… mensarnos que no nos traumaba, ni era bulling; sino muestra de cariño y amor fraterno, medio salvaje, pero al final amor. Y bueno, qué decir del obsequio que nos daban con la foto o teléfono de la niña que nos gustaba. ¡Ese si era un verdadero regalo de amigos!

Así que por favor, no temamos ofrecer, dar y compartir de lo que tenemos en esta maravillosa temporada, que tanto representa para el cristianismo. Pero de preferencia… ¡Siempre! Además, aprovechemos para agradecer a nuestro Ser Supremo por los regalos más hermosos que nos otorgó que son nuestra familia, la vida, la capacidad para disfrutar, amar y ser felices.

Les comento que los libraré de mí por unos días. Pero casi cierto estoy que… ¡Volveré!

porelplacerdeservir@hotmail.com

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