José Miguel C. Núñez Núñez

“El México postrevolucionario construyó un orden cultural en torno a un poder sacralizado fundado en un mito… A partir de la instauración de una deuda originaria  de los pobladores con la Revolución, estableció una relación gobernantes-gobernados de dependencia y sumisión, que permitió la pervivencia… del tlatoani como forma mexicana del ejercicio presidencial”. (El Poder Sacralizado. Laura Collín Harguindeguy. El Colegio de Tlaxcala A.C.).

“… el lenguaje religioso moldeó y dio forma a una manera de ejercicio del poder… el lenguaje de la modernización, de la competencia electoral, de la representación ciudadana, no arraiga suficientemente como para convertirse en un nuevo credo laico”. (ibid)

Laura Collín parece estar haciendo un análisis del momento que estamos viviendo en México, días previos a la elección del próximo 6 de junio de 2021, siendo que El Poder Sacralizado, vio la luz en 2008.

Roger Bartra actualiza en “Regreso a la Jaula”, un artículo que publicó días después del triunfo de López Obrador y que reseña Jesús Silva-Herzog Márquez en Letras Libres de mayo 2021: “La elección, desde luego democrática, era también una ceremonia religiosa: una eucaristía. Como Claude Lefort acudió a la teología medieval para entender la naturaleza más profunda del totalitarismo, Bartra pensó en el sacramento del pan y del vino para comprender el significado histórico del voto. La elección había producido, a su juicio, el milagro de la transubstanciación nacionalista. El pan de la “Cuarta Transformación” era el cuerpo del echeverrismo; el vino de la purificación de la vida pública era baba de la demagogia”.

Estamos entonces ante un remedo muy personalizado del viejo sistema presidencial mexicano, aderezado con una retórica del odio prácticamente diaria desde las mañaneras, seguida por el ejército cibernético instalado por la burbuja de poder del actual presidente desde antes de iniciar la campaña presidencial de 2018 y que hoy en redes sociales destila improperios y sentencias extrajudiciales.

Esta retórica del odio, no es exclusiva del presidente de México, la utilizó Trump y la está utilizando Bolsonaro en Brasil.

Tal retórica del odio combate el “… multiculturalismo y la diversidad… entroncaron con el nuevo conservadurismo estadounidense… cada frase… misógina adquiere sentido dentro de una gran ofensiva verbal contra el… “Estado Novo” y la democracia…Bolsonaro combate ese mito con otro, el de una… nación… homogénea…” (João Cézar de Castro Rocha. Guerra Cultural e Retórica de Odio. Crónicas de um Brasi Pós-político. Reseñado por Rafael Rojas en Letras Libres de mayo 2021).

Esta retórica es la que ha dividido a las y los mexicanos.

Conviene precisar que nadie puede sustituir a la Ley. Aristóteles lo dejó muy claro desde entonces. Mucho menos puede pretender ser, la ley moral. Nadie puede sentirse o erigirse en creador de los fines éticos de los ciudadanos. Nadie puede decirle a cualquier ciudadano lo que debe ser.

Lo anteriormente dicho, es precisamente lo que está ocurriendo en México: el titular del Poder Ejecutivo, instruyendo al Poder Legislativo, a que apruebe sus iniciativas, sin cambiarle ni una coma y al Poder Judicial, en qué sentido debe resolver las controversias constitucionales, provocadas por sus mismas iniciativas.

Este es precisamente el Totalitarismo, que crea una segunda “realidad”, que impide a la gente, ver la realidad real, de ahí la sinrazón del supuestamente “tener otros datos”.

El Totalitarismo “… se embarca en mesianismos de horizonte confuso, y sustituye… una falsedad por otra”. (Los Fantasmas de la Sociedad Contemporánea. Carlos Llano Cifuentes. Trillas).

Ante esta situación del país, qué bien que Porfirio Muñoz Ledo esté proyectando crear un movimiento en defensa de la Constitución y de sus Instituciones. URGE.

Sin embargo, es necesario que las y los ciudadanos todos, los colectivos y organizaciones ciudadanas, sociales, culturales, deportivas y económicas, asuman su papel como ciudadanos, dejar atrás el ser súbditos, dejar atrás la pleitesía al tlatoani en turno y ejercer la libertad, el derecho y los deberes que tenemos como personas, simplemente por el hecho de serlo y que no son materia de opinión totalitaria de una persona.

La libertad, los derechos y los deberes de las y los mexicanos, todos, están consagrados en legislaciones internacionales y desde luego, en la Constitución que todavía rige a México.

 

 

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