Uno de los problemas a los que se enfrentan los estudiosos del México Antiguo ha sido el de la escasez de información sobre cada uno de los aspectos de las sociedades mesoamericanas. Desde los ámbitos político, económico y social, hasta el religioso y de las costumbres, la mayoría de las fuentes que contienen información sobre estos aspectos, son las que recogieron los conquistadores y los evangelizadores, que, al ser partícipes de la transformación de la cultura antigua, legaron informaciones muy completas que sirvieron, en un primer momento, para conocer las costumbres de los indígenas y así poder erradicar de una manera más eficaz la idolatría.

El universo de lo sagrado permeaba cada uno de los aspectos señalados, pues todo lo que giraba en torno a la sociedad, encontraba su fundamento y explicación en su relación con lo divino. Por lo tanto, la presencia de deidades que rigen cada uno de los aspectos de la sociedad, marca el devenir del hombre mesoamericano.

Las investigaciones que llevaron a cabo los evangelizadores para conocer de una mejor forma las costumbres de los indígenas dejaron al descubierto una amplia gama de materiales que se han convertido en fuentes de primera mano para el conocimiento de la sociedad prehispánica. Las fuentes de que se valieron estos primeros historiadores de la cultura mexicana fueron la tradición oral, muy arraigada entre los distintos pueblos, y la consulta de registros que sobre un soporte material se preservaron por mucho tiempo. Estas formas de registro se complementaron con una tercera, con la que se llegó a preservar el conocimiento de las culturas americanas, el texto escrito con caracteres latinos, el libro.

Hay que señalar que a la par que se fueron complementando, ninguna de estas formas perdió su importancia, ni alguna fue más importante que las otras. Las tres continuaron siendo participes de las nuevas formas de preservar el pasado, a tal grado que, en la actualidad, para un mejor conocimiento de la historia prehispánica, es necesario recurrir a las crónicas de los evangelizadores para comprender el contenido de los códices, así como a las tradiciones que se han preservado del olvido en las comunidades indígenas.

Trabajos de esta índole se han llevado a cabo desde que se empezaron a publicar en el siglo XIX, tanto las obras de los evangelizadores como los pocos códices que se han conservado. En este sentido, se presenta el rescate de una deidad femenina, cuyo rastro se sigue en diferentes códices y crónicas.

La representación de esta diosa se encuentra en códices que se conocen como Tonalámatl, que regían la vida de los antiguos mexicanos, mismos que eran consultados para toda clase de actividades, desde el nacimiento de una persona hasta las fechas propicias para llevar a cabo el cultivo, la cosecha, campañas militares, expediciones de los pochtecas, etc.

Las representaciones de esta diosa se encuentran en las láminas del Códice Borgia, el Códice Vaticanus B, el Códice Borbónico, el Tonalámatl Aubin y el Códice Telleriano Remensis. La información que se tomará de estos códices es la que se ha propuesto en las interpretaciones que se han hecho de éstos, misma que se complementará con lo que registraron fray Bernardino de Sahagún en los Primeros Memoriales y la Historia general de las cosas de Nueva España, y fray Diego Durán en su Historia de las Indias de tierra de Nueva España e islas de Tierra Firme.

Chantico se encuentra en la decimoctava sección del Tonalámatl, en la trecena Ce ehécatl, 1-viento. Se le conoce por distintos nombres, mismos que se vinculan con sus características. Eduard Seler señala que los intérpretes de los distintos códices mencionan cuatro nombres: Cuaxólotl, Chicunahui itzcuintli o 9-Perro, Señora del Chile y Mujer amarilla. El primero porque entre sus atavíos se encuentra el tocado de Xólotl, deidad a la que se representa con la figura de un perro. El segundo nombre, Chicunahui itzcuintli o 9-Perro, más que nada, tiene que ver con el día de su nacimiento. Para Pedro de Ríos, el tercer y cuarto nombre se relacionan con un mito en el que la diosa fue la primera en hacer una ofrenda después de comer pescado frito, que cuando el humo subió al cielo provocó el enojo de Tonacatecuhtli que al maldecirla la convierte en perro.

Una de las características por la que se le considera una deidad femenina del fuego es porque se le representa con la pintura facial de Xiuhtecuhtli. Esta situación se complementa con las noticias que registraron sobre esta diosa Sahagún y Durán. El primero, ofrece información en los Primeros memoriales, en la sección de los “atavíos de los dioses”, la menciona como diosa del fuego de Xochimilco y describe sus atavíos.

La información sobre esta diosa se amplía en el Libro IX de la Historia general de las cosas de Nueva España, en que se habla “De los oficiales que labran las piedras preciosas”, solo que en esta parte se refiere a ella como Chicunahui itzcuintli, además de proporcionar dos nombres más, Papaloxáhual y Tlappapalo, cuya fiesta se efectuaba en Xochimilco. Más adelante ofrece listado de los atavíos de esta diosa, mismos que corresponden a la imagen de los Primeros Memoriales y a la que se presenta en el Códice Borgia y el Códice Vaticanus B.

Sahagún en otra parte de su obra ofrece más información sobre esta diosa. En el “Apéndiz del segundo libro”, en la “Relación de los edificios del gran Templo de México”, señala que el vigésimo séptimo edificio se llamaba Tetlanman Calmécac, en donde vivían los sátrapas y ministros de Chantico. También habla de otro edificio dedicado a esta deidad, era el vigésimo noveno, que se llamaba Tetlanma, donde habitaba la diosa Cuaxólotl Chantico.

Por su parte, Seler señala que fray Diego Durán incurrió en un error al identificar a Chantico con las deidades femeninas de Colhuacan, Cihuacóatl o Quilaztli; mientras que el dominico en el “Libro de los ritos y ceremonias en las fiestas de los dioses y celebración de ellas”, describe una figura de piedra con una boca muy grande y dientes largos, ataviada con un hábito blanco. Esta representación corresponde en buena medida con la deidad que presenta Sahagún.

Hasta esta parte, las obras consultadas manifiestan una estrecha relación con el contenido de los códices, mismos que pudieron haber servido como fuentes para su elaboración. Estos trabajos muestran que, pasados más de cincuenta años de la conquista española, aún persisten las tradiciones indígenas en el imaginario de la población novohispana, de la que fueron participes sus autores.

Ahora se mencionarán las características de Chantico que se registran en cinco códices, además de señalar la relación que guarda con Chalchiuhtlicue y Xochiquétzal. Mediante la descripción de sus representaciones se hablará de los elementos que la manifiestan como una deidad femenina del fuego, sin dejar de lado las descripciones contenidas en las obras citadas.

Códice Borgia: En la lámina 63 de este códice se le representa con el cuerpo amarillo, situación que fundamenta el nombre mencionado. Sus atavíos son: una capa, quechquémitl, roja, una enagua, cueitl, blanca. En el rostro tiene una nariguera, placa azul escalonada, yacapapálotl; su cabeza está cubierta con un paño rojo que en las orillas lleva discos de concha. Uno de los elementos que acompañan a Chantico en esta lámina es una casa que arde, misma que Seler ha relacionado con el nombre de la diosa, aludiendo al hecho de que el fuego arde en el interior de la casa. Por otra parte, la representación de la casa ardiendo se ha considerado como un mal presagio, como la perdida de la vida pacífica de la familia.

Códice Vaticanus B: Aunque el cuerpo de Chantico en la lámina 66, es rojizo, en el rostro a la altura del ojo se encuentran dos líneas de color rojo, que recuerdan las que tiene el dios del fuego en su rostro. La capa, la enagua, la nariguera, el paño y el tocado son similares a los representados en el Códice Borgia. Otra característica que comparte con este códice es la representación de la casa que se está quemando.

La relación que puede establecerse entre Chantico con Chalchiuhtlicue y Xochiquétzal, es porque entre las tres diosas comparten atavíos que bien pueden atribuirles características entre las tres. Esta relación puede fundamentarse porque las representaciones se encuentran entre los códices que pertenecen al Grupo Borgia.

Entre Chantico y Chalchiuhtlicue comparten la pintura facial, el huipilli y la pulsera. Por su parte, son muy escasos o casi nulos los atavíos que comparte con Xochiquétzal. Sólo la nariguera la comparten las tres.

Códice Borbónico: En este códice son más elocuentes las características de esta diosa como una deidad solar, a la par que muestra elementos de una diosa de la guerra por la representación del símbolo atl-tlachinolli. Su cuerpo es amarillo al igual que en el Códice Borgia. Su rostro está pintado de rojo y negro, pintura facial que comparte con el dios del fuego, y la misma que presenta Sahagún en su representación de Chantico en los Primeros Memoriales; otro elemento similar es la nariguera barra azul, yacaxíhuitl de los guerreros muertos.

Los elementos que la caracterizan como una deidad de la guerra, es el símbolo atl-tlachinolli, que se encuentra en su nuca. Otro elemento que se hace presente a partir de esta lamina es la cuerda del sacrificio, aztamécatl, que sale de debajo de la silla. Su representación se encuentra en la lámina 16.

Tonalámatl Aubin: Chantico se encuentra en la lámina 18 de este códice, tiene el rostro rojo y el cuerpo amarillo. Al igual que en el Borbónico, se representa el símbolo de la guerra atl-tlachinolli. En lugar de la cuerda se representa una serpiente.

Códice Telleriano-Remensis: En este códice Chantico se encuentra representada con el cuerpo y rostro amarillos, éste está dividido en cuadros rojos que muestran un anillo rojo en el centro. Presenta unos largos colmillos que bien pueden compararse con la descripción de la figura de piedra de Xochimilco descrita por Durán. Como en los dos códices anteriores, se encuentra el símbolo de la guerra atl-tlachinolli.

Por los elementos que comparten las representaciones de estos tres códices, bien puede hablarse de Chantico como una deidad del fuego. La relación que puede establecerse entre las representaciones en el Códice Borbónico, el Tonalámatl Aubin y el Códice Telleriano-Remensis, se fundamenta con vestigios arqueológicos. En la cabeza colosal de la Coyolxauhqui, se representa una cuerda de sacrificio y una serpiente con el símbolo de la guerra atl-tlachinolli. Otra característica muy representativa es el predominio de la pintura facial de Xiuhtecuhtli.

Este es un acercamiento a la figura de la diosa Chantico tomando como base los elementos que había planteado Seler en su trabajo, si bien se han considerado buena parte de las ideas de este autor, se ampliaron las referencias que se encuentran en las fuentes escritas, pues en los diferentes escritos de Sahagún y Durán, se habla de esta diosa como una diosa del fuego.

Para concluir, la sociedad mexica en todos sus aspectos es una fuente de conocimiento de la que todavía queda mucho por estudiar. Los trabajos que se han realizado marcan la pauta en las investigaciones que desde el siglo XVI iniciaron los evangelizadores, esto es, considerar como un todo las distintas tradiciones indígenas para el resguardo de la historia, la tradición oral, los códices y las fuentes escritas.

luis_clio@hotmail.com

@LuisVazquezCar

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