Por: José Miguel C. Núñez Núñez

Así celebró Rayuela de La Jornada del dos de diciembre pasado, el AMLOFest del día anterior. Obvio, patrocinio es patrocinio.

Las imágenes del zócalo lleno, recuerdan a las concentraciones en torno a López Portillo, Echeverría Álvarez y Díaz Ordaz, siendo presidentes.

Equivoca Rayuela ver a la crítica, como maldecir, calumniar o difamar.

Sergio Ramírez, fue muy claro y puntual en su intervención en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “La gran lucha en América Latina siempre se ha librado entre democracia y autoritarismo, y el autoritarismo… tiende a ser inconsecuente con las palabras… intolerante con la libertad de expresión… sea la libertad de informar… tarea que toca al periodismo, o… de creación literaria que ofende al poder público.” (Reforma. 1.12.2021).

Advirtió: “El silencio es un peligroso cómplice… hay que alzar la voz; es un deber ciudadano…” (ibid).

Participante en la mesa “Los diferentes matices de la censura…”, junto con Jerónimo Pimentel de Perú, Gvantsa Jobava de Georgia, Raúl Figueroa de Guatemala y Rasha al Ameer de Líbano, coincidieron en que: “… Aunque no hay una cacería a plena luz del día, instituciones y estados se han dado a la persecución de plumas que son críticas.” (ibid).

Solo agregaría a lo dicho por Sergio Ramírez que, alzar la voz, además de ser un deber ciudadano, es un derecho. En México, todavía consagrado en la Constitución, a pesar de algunos intentos de la 4T, por cancelarlo o limitarlo. Además, es un derecho humano, firmado y aceptado por México, en diversos acuerdos internacionales.

Igual que en la época del priato, no todos los congregados en el AMLOFest, llegaron por su propia voluntad. Sin embargo, este no es el punto. Solo merece precisarlo.

El punto es que estamos frente a una renovada experiencia más, del poder sacralizado en la persona del presidente. El tlatoani, el que habla, quien habla.

México, “… sigue arrastrando al mito, al ritual y a la sacralización como herencias irrenunciables.” (Anatilde Idoyaga Molina).

Morena, hace referencia a uno de los símbolos religiosos, no solo mexicano. La concentración en el zócalo de la ciudad de México, es un ritual sacro que gira en torno a un supuesto “… advenimiento de un nuevo ciclo -que- anula el tiempo anterior como producto de una resurrección… retoma temas del pasado: el conflicto indio-blanco, originario-extranjero… los resignifica para integrarlos a un mito que deifica a un -tlatoani dador-, con respecto del cual los pobladores se encuentran en permanente deuda.” (Laura Collín Harguindeguy).

Este proceso de sacralización del poder del tlatoani en turno, explica “… la segunda tentación de unificación de lo verdadero: por la conciencia política… en el poder político es donde se decide el destino de un conjunto geo-histórico: la ciudad, la nación… la vida en el Estado… allí se está jugando algo que afecta al trabajo… al bienestar y a la educación… a la vida y a la muerte… la vida en el Estado es una totalidad envolvente… nos encontramos … en una encrucijada entre lo político y los diversos órdenes de verdades… no hay problema que sea políticamente neutro… una doctrina universalista, a través del prisma de la autoridad y del poder, puede ser tan tiránica como una doctrina racista… esta semejanza entre los instrumentos u órganos… se traduce en un extraño parecido en el reino de la mentira… parentesco impresionante… propaganda artera y hábil para tocar todos los resortes psicológicos, censura de las opiniones divergentes y puesta en el índice… arte de hacer creer y de compendiar… en una mentalidad impermeable a la crítica externa… la totalidad religiosa y la totalidad política son totalizaciones… de nuestra existencia… son las dos mayores tentaciones para el espíritu de mentira, para la caída de lo total en lo totalitario…” (Paul Ricoeur)

Estamos en 2021 y vemos glorificadas mentiras públicas como si estuviéramos en los años 60´s y 70´s del siglo pasado. Productos de la canasta básica han alcanzado 148% de incremento en su precio, que llevan a México a índices inflacionarios de hace 20 años. Han fallecido más de 600 mil mexicanas y mexicanos por y derivado de la pandemia del COVID-19. Suman más de 300 mil, asesinados y asesinadas en territorio nacional, y más de 90 mil desaparecidos. En corrupción, solo nos ganan Uganda y Camboya.

Y qué dice “quien habla”, qué dicen sus súbditos, que la crisis económica está a punto de superarse, que el manejo de la crisis sanitaria ha sido un éxito y que el desabasto de medicamentos se va a resolver, que hay menos violencia y que se acabó la corrupción.

Afortunadamente “… la historia es muy rica; permite otros muchos sistemas de lectura… para protegernos del fanatismo… es posible una pluralidad de sistemas de interpretación… una civilización nueva no sigue un ritmo masivo… la historia se pluraliza tanto como la verdad…” (ibid).

Es necesario alzar la voz. Es necesario iluminar a la multitud. Es necesario, por lo pronto, cumplir la ley y hacerla cumplir. Desde luego, los primeros que tienen que cumplir la ley, son quienes gobiernan.

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