Arabia Saudí no consiguió este martes un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que hoy renovó 15 de sus puestos en una votación celebrada por la Asamblea General de la ONU.
Arabia Saudí, que no logró los 97 apoyos necesarios para ser elegida, se presentaba como candidata por el grupo de Asia y el Pacífico, por el que cinco países optaban a cuatro plazas: China, Arabia Saudí, Nepal, Pakistán y Uzbekistán.
Varias ONG como Human Rights Watch (HRW) habían pedido a los países de la ONU que se pronunciaran tanto contra Arabia Saudí como contra China, que sí salió elegida, por considerarlos dos de los Gobiernos más abusivos del mundo.
Otros dos Estados cuya candidatura rechazaba también HRW, Rusia y Cuba, también lograron su ingreso en este organismo con sede en Ginebra, en el que permanecerán tres años a partir del próximo 1 de enero.
Bolivia, China, Costa de Marfil, Cuba, Francia, Gabón, Malawi, México, Nepal, Pakistán, Rusia, Senegal, Ucrania, Uzbekistán y el Reino Unido son los quince países que, finalmente, entrarán en el órgano.
Sobre el caso saudí, la ONG había recordado que, pese a los anuncios de reformas realizados por sus autoridades, el país sigue actuando contra defensores de los derechos humanos y disidentes y mostrando escasa rendición de cuentas por crímenes pasados, incluido el asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi.
El director de HRW para Naciones Unidas, Louis Charbonneau, aseguró que el fracaso de Riad en ser elegida al Consejo de Derechos Humanos es «un buen recordatorio de la necesidad de una mayor competencia en las elecciones de la ONU».
«Si hubiera habido candidatos adicionales, China, Cuba y Rusia también podrían haber perdido», apuntó Charbonneau, que subrayó que la incorporación de estos países, que según él no se merecen estar en dicha institución, «no evitará que el consejo arroje luz sobre los abusos y defienda a las víctimas».
«De hecho, al estar en el Consejo, estos abusadores estarán directamente en el centro de atención», agregó.
Todos los candidatos llegaron a la votación sin oposición, con la excepción del grupo de Asia y el Pacífico, después de que los distintos grupos regionales hubieran pactado de antemano el reparto, una práctica muy habitual en este tipo de elecciones y que ha sido muy criticada por HRW, que la considera una «burla» del sistema.