Los avances médicos son asombrosos: la gente en el mundo, en promedio, vive más que nunca antes; muchas de las enfermedades que otrora fueron mortales, ahora son tratables, y otras tantas son hasta curables.

En muchos casos, si no se ha alcanzado una vida saludable para todos o casi todos los habitantes de la Tierra, es porque ha faltado voluntad para hacerlo, especialmente de parte de quienes tienen los recursos y el poder para lograrlo (llámense autoridades globales, gobiernos en posibilidad de ayudar, grandes corporaciones, entre otros), pero también debido a los malos hábitos a nivel individual (sí, hay que reconocerlo, las decisiones que tomamos, inciden en nuestra salud).

Pese a ello, es innegable el avance de la ciencia médica, en principio, hoy es posible tener acceso a una mejor salud que hace 500, 200, 100, 20 y 5 años o menos. Sin embargo, ¿ha considerado usted hacia dónde lleva todo esto? Piénselo, al ritmo actual de descubrimientos médicos, podría ser “solo” cuestión de tiempo para que se logre acabar con las enfermedades y tener, digamos, cuerpos perfectos. Ahora, reflexione en esto: ¿le gustaría tener un cuerpo hermoso y vigoroso, tal que su belleza sea exuberante y además no se canse ni enferme nunca?… tal que no muriese y prácticamente pudiera vivir por siempre. Evidentemente, con cuerpos así, nuestras mentes también se verían beneficiadas. Lo digo por lo siguiente ¿qué ocurrirá con nuestras mentes si se les libera de los límites que actualmente impone la biología? ¿Hasta dónde podríamos llegar? Por ahora se cree que sólo hacemos uso de un porcentaje reducido de nuestra capacidad cerebral potencial… ¿qué pasaría si lográramos aumentar dicho potencial cerebral?

Por otro lado, está el problema del uso del tiempo. Al día de hoy, estamos limitados como humanos por nuestras necesidades biológicas: el cansancio, comer y dormir ocupan gran parte de nuestras vidas, pero si logramos sobrepasar estas necesidades, haríamos cosas increíbles. Con el tiempo suficiente, todos podríamos llegar a ser tan inteligentes como Albert Einstein… y superarlo. Claro, habría que pensar qué significa exactamente tener un cuerpo que no se deteriore nunca y si con una biología de tales características, seguiríamos siendo humanos o si acaso habremos llegado a convertirnos en seres biomecánicos, casi máquinas, sin darnos cuenta.

Imaginémoslo: Habría tratamientos avanzados para curar todas las enfermedades, quizá hasta con la posibilidad de prevenirlas a partir de modificaciones en escala genética; contaríamos con elementos orgánicos de repuesto, los cuales estarían disponibles para sustituir las partes deterioradas de nuestros cuerpos, y por lo mismo, podríamos disfrutar de placeres de los que hoy nos apartamos o consumimos con moderación (llámese alcohol, comida chatarra, sexo, etc.), pues el posible daño podría repararse sin problemas; en suma, la vida podría ser muy diferente, esencialmente, más hedonista.

Por supuesto, quizá muchos no permitirían llevar sus cuerpos hasta tales excesos de salud automatizada o de perfección programada y asumirían las consecuencias. Aun así, si tuviéramos que elegir, muchas personas dejarían de lado su humanidad sin dudarlo, aunque fuera parcialmente, con tal de tener un cuerpo capaz de una fuerza increíble, mayor velocidad y resistencia, una visión y audición fantásticas, e incluso una esperanza de vida muy alta, casi hasta para hablar de inmortalidad.

En suma, esto nos permitiría trascender nuestra biología.  Pero ¿de qué serviría tener súper-cuerpos y mentes libres de nuestras limitantes biológicas, si nuestra ética está tan rezagada cual si estuviera anclada desde muchos siglos atrás? Por partir de un caso antiguo, hace ya muchos años que ocurrió el incidente entre Caín y Abel, situación que mostró cómo los humanos desde entonces y hasta ahora, suelen resolver sus disputas. Al respecto, las estadísticas de violencia en el mundo muestran que no ha habido una mejoría desde entonces, y quien puede imponer su voluntad (sea nación, empresa o persona) a base de más y mejores “armas” (para lograr sus objetivos), lo hace. Al parecer, una de las ideas más asociadas con el darwinismo (biológico y social) sigue vigente: El más apto (o el más fuerte) es el que sobrevive.

Permítame preguntar: ¿Usted ha sentido que, en todos estos años a partir de Caín y Abel, en los cuales la ciencia médica ha avanzado tanto, también ha habido alguna mejora general de nuestra ética, por muy pequeña que sea? ¿Somos hoy mejores personas que nuestros padres o abuelos? ¿Hemos avanzado algo en nuestras formas de convivencia? ¿Nos respetamos hoy más que antes? ¿Hemos dejado de buscar nuestro provecho primero, antes que pensar en el bienestar de los demás? Me temo que la respuesta a todas estas preguntas es negativa. Así, con un cuerpo perfecto, que no se enferme y quizá ni se muera (de forma natural), y por lo tanto con una mente libre de cualquier limitante que le impida expandirse hasta su máximo potencial, no espere usted que la vida humana sea esencialmente diferente de lo que es ahora.

Me temo que mientras no tengamos avances similares en nuestro comportamiento ético, simplemente encontraremos nuevas formas, más sofisticadas e imaginativas, de hacernos daño, o al menos, complicar la existencia.

 

Eduardo Macario Moctezuma-Navarro

Investigador asociado en El Colegio del Estado de Hidalgo