¡Pero que escándalo con la venta de carne de caballo! ¡Como si la UNAM hubiese descubierto el hilo negro, el agua hervida!
En los últimos días se originó un auténtico escándalo al difundir la UNAM un estudio en donde informa de la venta de carne de caballo para el consumo humano. Aquí no faltaron comunicadores que quisieron llevar al patíbulo a las autoridades por permitir semejante barbaridad… que se tenido desde siempre.
Afirman quienes la han comido, que la carne de caballo es sabrosa, un poco dulzona y sobre todo, barata; si acaso, un poco más dura que la de res. Eso sí, con mucho menos contenido de grasa.
La carne de caballo se ha vendido desde siempre, aunque la Procuraduría Federal del Consumidor debería vigilar que se advierta a los consumidores de qué carne se trata, que es el único pero que podría aplicarse en este caso.
Hasta ahora lo único que podría advertir a los consumidores de que se trata de carne de caballo, y no de vaca, es su bajo precio: 50 pesos el kilo en Acaxochitlán, según me comentaron
Recuerdo cuando viví unos años en el fraccionamiento Valle de Aragón y cerca de casa se ubicaba el famoso tianguis de la colonia San Felipe, y en éste se vendía “Carne de caballo para perros”, como ostentaba la razón social del establecimiento. Debían de ser perros muy delicados pues un día, curiosa, me acerqué, y una señora pedía un kilo de “bistecs, pero delgaditos, por favor”.
Después, comentándolo con mis vecinas, oriundas de la Ciudad de México o el Estado de México, ellas me hicieron ver que la carne de caballo se vendía por todos lados pero su consumo era mal visto entre personas de “cierto nivel”, pues era “carne para pobres”. Una de ellas me comentó que en casa de una tía, que vivía junto a un expendio, “solo comen de esa carne”, y que “no, nunca se han enfermado”.
Para quien llegó de Chihuahua y tuvo una infancia en donde la carne de res era más barata que las verduras y la fruta, como es el caso de la que esto escribe, llegar a los 15 años a la capital del país fue enfrentarse a un universo gastronómico impresionante: plátanos que se fríen, quesadillas que no son de queso, infinidad de hierbas comestibles, carne de cordero asada en hornos enterrados, a Tambor guisado en salsa picante y piel de maguey.
Pero el comenzar a viajar por el país me deparaba mayúsculas sorpresas: hormigas fritas en Chiapas, chapulines asados en el Estado de México, ancas de rana en Jalisco, larvas en Veracruz.
Fue sin embargo llegar a Hidalgo lo que me curó de espanto y me enseño de exóticas delicias culinarias: chinicuiles, escamoles, zorrillo, armadillo, puerco espín, así como flores, hojas, raíces que jamás pensé fueran comestibles. En síntesis, la Muestra Gastronómica de Santiago de Anaya, que tanto disfruto año con año.
“¿Pero de qué tanto se admiran en Pachuca de la carne de caballo cuando comen gusanos?”, me preguntó una amiga, también parralense, que como yo vive aquí y que también creció comiendo más carne de res, por barata, que frutas y verduras, y que 20 años después sigue sin probar los escamoles.
Y es que allá no tuvimos la gloria de disfrutar de la amplísima variedad de frutos del campo que aquí se consiguen.
Así que si es nutritiva y barata, ¿por qué repudiar la carne de caballo?
Eso sí, que la Profeco además de vigilar que ostente precios a la vista del público –sí, Profeco, es tu obligación ver que los productos ostenten su precio-, exija que se precise qué tipo de carne es, que no se engañe.
Total, el señalamiento más duro que recolecté al comentar el tema fue; “pobres caballitos”.
¿Y por qué no pensamos ¡pobres vaquitas! ¡Pobres pollitos! ¡Pobres cerditos! Pobres, pobres, pobres…?